El 2024 se caracterizó por una marcada escasez de semilla de patata certificada, en gran parte debido a factores climáticos adversos. La falta de precipitaciones en los principales países productores, seguida de lluvias intensas en momentos críticos, generó un desajuste en los calibres, con un exceso de tubérculos grandes no aptos para la siembra. Como resultado, muchos agricultores enfrentaron dificultades para acceder a la semilla en el momento oportuno.
Este año, sin embargo, la situación ha sido distinta. En Holanda, las lluvias han favorecido la formación de calibres pequeños, lo que ha permitido un mejor rendimiento en la siembra. A pesar de ello, la reducción de hectáreas destinadas a la producción de semilla en favor de cultivos para la industria sigue siendo un factor preocupante.
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A la volatilidad en la disponibilidad de semilla se suman otros desafíos relacionados con enfermedades y plagas. Por ello, las casas de semillas han apostado por la mejora genética para desarrollar variedades con mayores resistencias. En esta línea, han surgido las llamadas «variedades de nueva generación», diseñadas para ofrecer una mayor tolerancia a enfermedades y una mejor adaptabilidad a condiciones climáticas cambiantes.






















