Esta tendencia positiva ha sido impulsada por varios factores, entre los que destaca el desplome del cultivo de la remolacha, lo que ha permitido a los productores de patata consolidar su posición en el mercado y mejorar su rentabilidad.
Según Alfonso Sáenz de Cámara, gerente de Udapa, cooperativa vasca referente en la producción y comercialización de patatas en España, esta estabilidad responde a una combinación de factores estructurales y coyunturales. «El retroceso de la remolacha ha liberado tierras de cultivo, y muchos agricultores han optado por la patata como alternativa viable y rentable», señala el directivo. Además, la mejora en las prácticas de cultivo, el desarrollo de variedades más resistentes y una mayor organización del sector han contribuido a este período de estabilidad.
Desaparición de las ayudas
Uno de los principales motivos del retroceso de la remolacha ha sido la desaparición de las ayudas vinculadas a su cultivo, lo que ha reducido drásticamente la superficie dedicada a esta producción. A ello se suma la volatilidad del mercado azucarero, que ha llevado a muchos agricultores a buscar opciones más seguras y rentables. «La patata ha demostrado ser un cultivo con una demanda sostenida, tanto a nivel nacional como internacional, lo que ha favorecido su expansión», explica Alfonso.
Por otro lado, el aumento del consumo en el canal Horeca y la gran distribución ha favorecido la estabilidad de los precios, evitando las fluctuaciones drásticas de otros momentos. «En estos últimos cuatro años, la patata ha logrado consolidarse como un producto de alta demanda y con precios relativamente estables, lo que nos permite trabajar con una mayor planificación y seguridad», destaca el representante de Udapa.
Adaptación al mercado
El sector también ha sabido adaptarse a las exigencias del mercado, apostando por la innovación y la diferenciación del producto. Las variedades adaptadas a distintos usos culinarios, así como las mejoras en el envasado y la distribución, han permitido aumentar el valor añadido del producto final. Además, la sostenibilidad se ha convertido en un pilar fundamental para los productores, que han implementado prácticas de cultivo más responsables con el medio ambiente.
Uno de los principales retos es la escasez de cosecha en los meses de marzo y abril, que obliga a recurrir a importaciones de Egipto e Israel para cubrir la demanda del mercado.
Sin embargo, el sector español intenta buscar nuevas opciones como la patata de segunda cosecha. Y en este sentido, dentro de las estrategias de diversificación y aprovechamiento del suelo, destaca la producción de patata de verdete, que se planta en agosto para ser recogida en diciembre. «Es una producción que permite escalonar las cosechas y garantizar un suministro más regular a lo largo del año en un periodo en el que no hay patata nueva, añade Saénz de Cámara.
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A las vicisitudes de la producción hay que sumar la escasez de semilla en Europa, ya que muchas tierras que tradicionalmente se destinaban a su producción han sido empleadas para la patata de consumo destinada a los procesos industriales.
Con estos factores en juego, el futuro se presenta optimista. La apuesta por la agroindustrialización es clave para garantizar el relevo generacional y evitar que sean los fondos de inversión quienes acaparen el negocio. El cooperativismo pretende consolidar un modelo social accesible a todos los agricultores, asegurando que la producción y el beneficio permanezcan en manos de quienes trabajan la tierra. «Si seguimos apostando por la calidad, la innovación y la organización, podremos mantener este buen momento y seguir consolidándonos en el mercado».
A pesar de los desafíos que puedan surgir, como el impacto del cambio climático o la evolución de la demanda, existe en una posición sólida para afrontar el futuro con garantías.