Anna Pedró: Pura energía

Anna (42 años, Bellver de Sió, Lleida) se había levantado a las 5 de la mañana, tuvo una reunión de trabajo sobre las 8 en El Ejido y, pasadas las nueve, llegó a nuestro lugar de encuentro, una cafetería en las afueras de Almería
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Abierta y espontánea, me dice que espere a pedir su café y tostada hasta liberarse del ‘Invisiline’. Vuelve sin la férula y demanda su desayuno con determinación y rapidez.

 

 

Se define como una mujer muy práctica, que no repiensa las cosas demasiadas veces. Es multifacética, igual corre que esquía y siempre tiene tiempo para leer un buen libro. Tocaba el violín, pero hace una década que lo encerró en su caja.

Le gusta que todo fluya por sí mismo. Cuando fue a dar a luz, le preguntaron por su plan de parto y ella contestó que no tenía, que la cosa debía transcurrir de la forma más natural posible.

Acarrea siempre una super mochila y una maleta llena de ropa en el coche, por lo que pueda pasar. Nunca le faltan unas cintas de ejercicio o las deportivas para correr, afición en la que se inició en la Universidad de Chapingo (México) hace más de dos décadas. Está en plena forma porque, además, asiste a clases de yoga y pilates online.

Le confieso que me tiene un tanto deslocalizada porque le delata su acento catalán

Ja, ja, ja. Tengo ocho apellidos catalanes, seguro. Vivo en Andújar (Jaén) por amor y trabajo para una empresa cuya sede está en Almería, donde tengo una casa alquilada. Pero como soy muy de mi tierra ‘subo’ muy a menudo a Lleida. Nací en Bellver de Sió, un pueblecito de unos 30 habitantes, que nada tiene que ver con las comarcas de regadío. Allí todo es secano, cerealista y ganadero. A mí me maravilla y me atrae. Veo belleza en ese paisaje en el que crecí.

¿Se pasa la vida en la carretera?

Sí, o en el tren. Yo me lo veo hecho. Estoy acostumbrada, trabajé cinco años en Barcelona, pero dormía todos los días en mi casa de Lleida. Cuando hice el doctorado en Australia, nuestro centro de investigación estaba a dos horas de Brisbane, donde tenía mi casa, así que eran cuatro horas de coche todos los días.

¿Cuál es su formación?

Soy ingeniera agrónoma. Fue la única opción que puse en el listado de carreras posibles. Sabía que entraba porque tenía sobresaliente de media y la nota de corte era relativamente baja.

¿Por qué lo tenía tan claro?

Porque estoy enamorada de mi pueblo y sus tierras y soy hija de payés y ganadero. Cuando llego a Bellver siento que estoy en casa. Disfruto de ese paisaje que veía de jovencita cuando iba con mi padre en el tractor. Siempre supe que quería tener una masía, y de hecho la tengo, pero como no vivo allí, la he convertido en una casa rural. La rehabilité y la decoré yo misma. ¿Y sabe qué?

Qué…

Me aficioné al interiorismo cuando la tenía en reconstrucción y mi masía fue fotografiada para una de las revistas de más renombre, ‘Casa Rústica’. Lo hice todo a base de mucha imaginación, aprovechando diversos elementos y reutilizando piezas. Ahora la gente del pueblo me llama y me dice: Ana tengo esto, ¿lo quieres? Me relaja mucho ver revistas de interiorismo y tengo una buena colección. Siempre que puedo hago apaños. Ahora más en la “viña” (casa de campo) que tenemos en Sierra Morena, aunque ya no me queda espacio ni en Lleida ni en Andújar.

¿Cómo se aclara con cuatro viviendas?

La intendencia tampoco es tan compleja si te planificas. Tengo ropa en todas partes, cepillos de dientes y zapatillas para correr, además de las que siempre llevo en la mochila. Y cuando voy a mi pueblo, aligero mucho porque me visto con ropa de mis hermanas.

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Usted llegó a BASF de una manera poco habitual, ¿no?

Sí, totalmente. Yo iba a seguir en Australia con mi doctorado y un trabajo, pero regresé a España para ver a la familia. Mi hermana mayor pensó que si volvía ya no regresaría. Envío, sin saberlo yo, mi curriculum a BASF. Hice la entrevista y dije que tenía trabajo en Australia, pero me cogieron. Estuve en diversos departamentos químicos, aunque sabía que acabaría en BASF Agro. Y aquí estoy, ahora en la División de Nuhnems.

Y otra de sus peculiaridades fue que llegó a ser la directora comercial del norte de España, viviendo en el sur

Me lo admitieron, pero yo lo tenía todo planificado porque el tren Córdoba-Zaragoza son dos horas y media y yo siempre tendré mi centro logístico en mi pueblo, por lo que podía pasar semanas allí.

¿Qué libro lleva en su mochila?

Seguramente alguno para mi hija y para mí un ejemplar maravilloso de ‘El Principito’. Lo he leído varias veces, pero repito. Éste me lo compró mi suegra en Oporto en la librería Lello, una de las más bonitas del mundo. También llevo otro en el coche sobre Frida Khalo. Cuando llegué a México me aficioné a sus pinturas y a las de Diego Rivera.

¿Por qué aparcó el violín después de tanto esfuerzo?

Porque llegué a la conclusión de que no era buena y no valía la pena invertir tanto tiempo en algo en lo que uno no responde al 100%.

¿Le ha cambiado mucho la vida ser madre?

Sí y no. He hecho lo que he deseado. Ahora lo que realmente me apetece es estar con mi hija. Son etapas de la vida y estoy segura de que tendré tiempo para hacer cosas que ahora no las considero tan importantes. Mi hija, María, que ahora tiene dos años y medio, me tiene loca.

¿Qué hace los fines de semana?

Aunque no lo parezca soy muy hogareña. Me gusta el calor de la chimenea y estar con mi familia. Muchas veces no planifico nada y dejo que todo fluya.

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