La seguridad alimentaria y la transparencia de los procesos son aspectos indispensables para cualquier empresa que desee poner sus productos en el mercado. Garantizar que cada uno pueda ser identificado, seguido y controlado desde su origen hasta la mesa del consumidor no es solo un requisito legal, sino una responsabilidad para con el cliente que en Moyca es inherente a su actividad.
La empresa agrícola cultiva más de 2.300 hectáreas y produce y comercializa anualmente más de 80.000 toneladas de uva de mesa sin semillas. Gracias a la digitalización y a la formación de su equipo, ha implantado un sistema de trazabilidad exhaustivo que involucra todos los procesos. Este sistema permite identificar con precisión de qué unidad de cultivo proviene cada racimo, cuándo se cortó, cuándo se manipuló en el almacén y cuándo salió de las instalaciones. Los empleados dominan por completo este proceso, que no solo ha reducido los errores, sino que también garantiza que todas las uvas lleguen a su destino en perfectas condiciones.
El primer paso ocurre en el propio campo. “Cada unidad de cultivo de las que nacen las uvas de Moyca cuenta con un código único que la identifica, lo que permite hacer un seguimiento lineal de cada parra hasta su origen”, indica Miriam Lorenzo, responsable de Trazabilidad y Procesos. Esto ayuda a controlar qué prácticas agrícolas se han llevado a cabo en cada parra y a qué condiciones climáticas estuvo expuesta, entre otros aspectos, lo que aporta mucha información sobre el origen de cada uva.
Al llegar la fruta al almacén, el proceso continúa su curso. Las especificaciones de cada pedido se incorporan al sistema de gestión, lo que posibilita configurar las básculas de pesado con las que se confeccionan los envases de fruta para que cumplan todas las medidas exigidas.
Cada uno de estos recipientes incluye una etiqueta que es fundamental para que el cliente final reciba información tan relevante como el origen de la fruta, la variedad, la fecha de caducidad…. etc “Esta parte es muy importante, porque debe cumplir con todas las especificaciones del pedido y nos permite aportar a la persona que va a consumir nuestra uva de mesa sin semillas información muy valiosa sobre cómo ha llegado ese producto al lineal de cualquier tienda”, subraya Lorenzo.
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Tras la confección de todos los envases, el último paso implica la colocación del pedido en un palé, su montado y etiquetado. En este punto es donde entra en acción la inteligencia artificial, gracias a la que los trabajadores de Moyca pueden, mediante un sistema de comparación de datos, confirmar que todo cumple tanto con lo solicitado como con la normativa en materia de trazabilidad. En este punto, el equipo carga la mercancía y la envía a su destino.
La exhaustividad con la que se llevan a cabo estas fases no es, como ha quedado patente, un conjunto de procedimientos técnicos para Moyca, sino que es “la base de toda nuestra actividad. Esto refleja el compromiso con la calidad, la seguridad y la transparencia”, enfatiza la responsable de esta área, quien también destaca la apuesta de la empresa por innovaciones “que nos ayudan a cumplir nuestras obligaciones legales en materia agroalimentaria y añaden un valor añadido a nuestras uvas de mesa sin semillas”.