Xavi Nolla: El hombre que susurraba a los naranjos

Nació hace 46 años en Alcanar (Tarragona). Está casado y es padre de dos adolescentes. Hasta los 14 años vivió rodeado de naranjos porque era el negocio de sus padres
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Se considera a sí mismo una persona proactiva porque no sabe estar quieto. Los que le conocen dicen que su don es diferenciar lo importante de lo accesorio, y no perder un segundo en tonterías.
Le gustan las nuevas tecnologías y presume de que en su despacho no existe ni un solo papel. Su red social preferida es TikTok, que utiliza para casi todo, desde buscar un restaurante a informarse sobre el tiempo. Para el trabajo usa LinkedIn.
Es una de las caras más jóvenes del nuevo panorama citrícola valenciano y si algo se puede decir de él es que no es un CEO al uso. No ha perdido un ápice de su naturalidad, humildad y ganas de aprender.
Le gustan el campo, el aire libre y las caminatas. Tiene una ruta preferida, que practica siempre que puede. Desde su casa, en la localidad de Puzol, sube caminando al punto geodésico del Monte Picayo, a casi 400 metros de altitud desde el que se aprecia toda la llanura valenciana y el Mediterráneo.
Allí, nos dirigimos, acompañados por dos personas de su equipo, que más bien parecen familia y le asesoran sobre su vestimenta, porque para él es un asunto de segundo orden.

¿Por qué sube al Monte Picayo?

Porque es una salida que tengo cerca de casa y me permite estar en contacto con el monte. Sólo me cuesta llegar unos 45 minutos y para bajar, como me entretengo por algunos senderos, tardo más de una hora.

¿Lo hace solo o acompañado?

Muchas veces lo hago solo y otras acompañado de mi mujer y mis hijas, a las que también les encanta. En verano, cogemos los bocadillos y subimos a ver salir la luna. Es todo un espectáculo.

¿Qué otros hobbies tiene?

En verano hago snorkel y pesca submarina. En otoño, me gusta coger setas.

¿Qué recuerdos guarda de su infancia?

Todos están ligados al trabajo de mis padres y de mis abuelos, que eran agricultores y ganaderos en Alcanar. Teníamos un poco de todo, pero principalmente viveros y fincas de cítricos. Me divertía y me gustaba ir al campo, a ayudar en cualquier tipo de faena. Desde siempre quise ser un trabajador del campo, pero mi madre me decía que, si tanto me gustaba y quería vivir de él, que estudiara.
No solo me gustaba el campo, sino también los animales. Los fines de semana me iba con mi abuelo a pastorear las ovejas y a cuidar de las granjas de pollos.

¿Y estudió?

Sí, hice caso a mi madre y estudié. No fui un estudiante brillante, pero si constante, con mucha actitud a la hora de hacer las cosas. Primero hice FP agrícola y luego estudié Ingeniería Agrícola en la Universidad Internacional de Barcelona, en su sede de Tortosa.
La verdad es que hubo un tiempo en que me hubiera gustado hacer Veterinaria, pero no me daba la nota.

Me han dicho, que era un pequeño emprendedor.

Ahora se le llama así, yo creo que eran ganas de hacer cosas y tener cierto instinto negociador.
Mi abuela mataba los conejos que teníamos en casa y yo con unos 11 años, me iba a repartirlos los domingos en bicicleta a las mujeres para hacer la paella. Ganaba unas 800 pesetas por cada conejo. Además, incluso de más pequeño, criaba canarios y después los vendía a las pajarerías de la zona.

Creo que existe otra aventura de mayor envergadura.

Sí, yo siempre estoy pensando en hacer cosas nuevas. Siempre fue así. Cuando tenía 19 años, teníamos unas tres hectáreas vacías y le dije a mi hermano que me prestara dinero para plantar pimiento italiano. Invertimos hasta la última peseta en comprar plantas, sustrato, contratar trabajadores… Nos fue tan bien, que en la primera cosecha amortizamos todo. La última cosecha, cayó piedra y lo arrasó todo. Cobramos del seguro y fue un año redondo. A raíz de eso, mi hermano y yo nos compramos un piso para irnos a estudiar.

¿Hay algún acontecimiento que le haya marcado especialmente?

Sí. La mejor experiencia de mi vida fueron los cinco años que estuve internado. Me marché de casa a los 14 y ya no he vuelto más. La disciplina y el orden son los mayores valores que adquirí para el resto de mi vida. Todo el trabajo se realiza de manera conjunta, el estudio, la hora de la comida, etc. La única parte negativa del internado es que genera un tanto de desafección familiar.

Supongo que es un lugar para curtirse. ¿Le hicieron novatadas?

Sí, por supuesto. Desde sacarme a mitad del patio en calzoncillos en el mes de enero hasta tirarme un cubo de agua fría también en invierno. Tengo un amigo que dice que lo que pasó en el internado se queda en el internado. A día de hoy, todavía conservo amistades de entonces.

¿Qué hace un fin de semana cualquiera?

El último estuve trabajando en el jardín y en el huerto durante todo el día. También tengo canarios y tortugas, a los que hay que cuidar. Y sino, estoy metido en obras, reestructurándolo todo. Siempre estoy liado, porque me gusta hacerlo con mis propias manos.

¿Y si está en casa?

Bueno, puedo ver series con mi mujer e hijas porque yo me adapto a todo, pero me aburren. Las considero lentas, pasan dos o tres capítulos y están en lo mismo. Creo que por eso soy tan fan de TikTok, porque va muy bien con mi carácter inquieto.

Me han dicho que sabe leer los naranjos, que distingue sus variedades, incluso desde el coche.

No es un mérito, me viene de cuna. Nací y me crie entre ellos. No resulta tan difícil y se distinguen por la altura y del color del árbol, por la forma y color de la hojas y por otras características.

 ¿Cómo se informa de la actualidad?

Creo que estamos sobre informados, por lo que de las noticias solo oigo los sumarios. Eso sí, como me considero un hombre de campo, sigo muy de cerca todo lo relativo al tiempo.

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