Con un alto nivel tecnológico, la fruticultura brasileña —especialmente la desarrollada en el Valle del São Francisco— se ha consolidado como un referente mundial que combina productividad, diversidad, calidad, generación de negocio y empleo, y compromiso ambiental. El sector avanza apoyado en buenas prácticas agrícolas que reducen emisiones, favorecen el secuestro de carbono y aumentan la resiliencia climática de los cultivos.
Producción y bosques
“El desarrollo de sistemas agroforestales, el uso creciente de energías renovables, la adopción de materias primas para la generación de energía limpia, la optimización de insumos y recursos naturales o la recuperación de suelos degradados son algunos ejemplos de este avance”, explica Zacarias Ribeiro, consultor ESG de Abrafrutas —patrocinadora principal de Fruit Attraction São Paulo 2026—. Además añade que “la cadena productiva de la fruta tiene un enorme potencial para integrar de forma cada vez más estrecha producción y bosques, no solo en el Semiárido —combinando especies nativas de la Caatinga con frutales tropicales—, sino también en otras regiones del país”.
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En este modelo, el productor cuenta con recursos financieros a corto y medio plazo gracias a la comercialización de sus frutas y, a largo plazo, puede beneficiarse también de mecanismos de crédito de carbono derivados del componente forestal. Se trata de un ejemplo real de sostenibilidad que abarca simultáneamente las dimensiones sociales, económicas y ambientales.




































































































