El envite de la inflación y la complicada coyuntura internacional han llevado al país a cerrar el año 2023 con una caída del PIB del 0,33% y una inflación media del 5,9%. Los germanos han entrado en recesión. El malestar del campo ha estallado tomando las grandes ciudades y la capital como rehenes: 5.000 tractores recorrieron las calles de Berlín hace unas semanas en protesta por los recortes en las subvenciones al diésel agrario. Ya no es solo España el país que se manifiesta. Se hace en Holanda, Alemania, Francia, Polonia, Hungría y Eslovaquia.
Los detonantes varían, pero dan testimonio de un malestar generalizado y profundo en el mundo rural. El Pacto Verde, la transición energética, los cambios geopolíticos y el propio modelo económico desatan las protestas.
La desazón es muy honda. En un contexto de aumento de los costes de producción y reducción de los márgenes, la falta de medidas de apoyo e incentivos para llevar a cabo la agenda europea han hecho estallar al mundo rural. El sector siente que paga por la política exterior de la U.E., la guerra de Ucrania o los acuerdos comerciales, que no le satisfacen.
El catarro alemán lastrará a toda la eurozona y se hará patente en la demanda de exportaciones españolas, al ser Alemania uno de los primeros mercados. No existe ninguna duda del daño que la locomotora europea puede infligir a la economía española y a toda la vieja Europa, y como el reajuste en su consumo interno ya se hace palpable, en un año con elecciones europeas en pocos meses.