Reino Unido: las protestas llegan al país del Keep Calm and Carry On

La frase del famoso póster que el gobierno diseñó en 1939 para motivar a la población a soportar los ataques aéreos nazis describe muchos de los aspectos de la vida en el Reino Unido: la mayoría de la población soporta los problemas con estoicismo, como si fueran inevitables.
Miguel Flavián

Trenes que se retrasan eternamente, zonas residenciales que se inundan, atascos interminables, sistemas informáticos que se colapsan… y los británicos guardan su turno en la cola.

¿Y los agricultores? Pues también son personas contenidas. Las revueltas que hemos visto crecer en los últimos meses en países como Francia, España, Bélgica, Polonia, Italia, y otros, han acabado por inspirar a los británicos, y se han producido manifestaciones en diversas partes del país, siendo las de Gales y Kent las más numerosas, pero no han llegado a la intensidad del otro lado del canal.

Los productores de alimentos en el Reino Unido comparten casi los mismos motivos que los del resto de Europa. Por un lado, la agenda verde supone elevar en algunos casos los costes de producción, y éstos no se ven recompensados por los clientes finales. Y por otro, el Brexit permite al Reino Unido dictar su política comercial exterior, y por lo que se ha visto hasta ahora, los países con los que el Gobierno de su Majestad negocia suelen solicitar que sus alimentos puedan acceder con más facilidad al mercado británico. Los estándares de producción de estos alimentos no siempre están a la altura de los británicos en materias como la sostenibilidad, el respeto al bienestar animal, y los derechos de los trabajadores, por lo que tienen una ventaja competitiva al ser más baratos que los británicos. Por más que los ciudadanos de aquí declaren hasta cansarse que prefieren los productos locales, votan con su cartera: miran la etiqueta y la información, recelan o no, y al final muchos compran lo más barato.

Una cuestión que es específica de los agricultores de las islas es el sistema de pagos que deben sustituir a los de la Política Agraria Común. Igual que antes, la salida del bloque europeo permite al Reino Unido establecer una política agraria de forma independiente, y el gobierno ha decidido vincular muchos de estos pagos a prácticas que mejoren el medioambiente y la biodiversidad. Sin embargo, no parece suficiente para los agricultores.

Hace unos días el primer ministro Rishi Sunak participó en la convención del National Farmers Union, el sindicato de agricultores y ganaderos. Había mucha expectativa porque hacía más de 15 años que un primer ministro no hablaba en este foro de amplia representatividad, y el momento era delicado. El primer ministro ventiló su presentación con algunas ideas comunes, y el anuncio de 260 millones de euros de ayudas al sector, para apoyar proyectos de automatización y que mejoren la eficiencia de las explotaciones. Así, confían, se podrán abaratar los costes de producción a la vez que se depende menos de la mano de obra, que suele ser extranjera en muchos casos.

Pues eso, por ahora, Keep Calm and Carry On.

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