Mientras tanto la sequía y el cambio climático hacen mella en todas nuestras producciones, en todas las que en esta edición hemos tratado (cebolla, manzana y naranja). En realidad, es una preocupación transversal en toda la agricultura. Cataluña recibirá en enero barcos con agua y lo mismo pasará este verano en Málaga si la lluvia no llega. Los pantanos de ambas comunidades están por debajo del 20% de su capacidad y España va convirtiéndose en una sucursal de África.
Y acabamos de salir de otra cumbre del clima, la COP28, cuyos resultados algunos enarbolan como un triunfo, y los más descreídos como insuficiente. El ‘tinglao’ de Dubai se ha parecido más a una clase de filología que a otra cosa. Ha sido una cuestión de verbos: eliminar, reducir o a transitar. Nos hemos quedado con el insuficiente de “transitar hacia unas sociedades que no consuman combustibles fósiles”. Yo, escéptica del todo, me quedo con las palabras del sultán Ahmed al Yaber: “el acuerdo es tan bueno como lo sea su aplicación. Somos lo que hacemos, no lo que decimos.” Ya veremos lo que hacemos.



























































































