Juan Peñalver nació en Villaralto, pedanía de San Javier, en 1960, es un hombre alto, que fuma más de lo que él quisiera. Siempre le gustó el campo y no tuvo dudas a la hora de decidir a qué se quería dedicar. Es ingeniero técnico agrónomo.
Fuimos de compras a la mejor pescadería de Lo Pagán. Allí, mi ‘perfilado’ adquirió un rape de unos 2,5 kilos, langostinos, gambas, pescado de roca y una sepia. Con tales ingredientes haría a fuego lento un fumet para unos garbanzos con sepia y rape a la plancha con salsa de alcaparras. Tampoco faltó el gazpacho murciano con picadillo con productos propios.
¿De dónde le surge la pasión por la cocina?
Más que por devoción nació como una pura necesidad. Cocino desde los 17 años, cuando me fui a estudiar a Valencia. Vivíamos cinco chicos en un piso y yo no quería limpiar. Acordamos que yo cocinaría y compraría y estaría exento de las labores de limpieza. Allí empezó todo. Evidentemente no eran las mismas recetas que hoy elaboro, pero descubrí una gran pasión.
Dígame alguno de los platos que mejor le salen
Bogavante con patatas fritas nuevas de Cartagena y huevos fritos o también una lubina al horno con una cama de cebolla y tomate.
¿Tiene alguna anécdota de aquellos días?
Sí. Llegó final de mes y no nos había llegado la transferencia de nuestros padres, ya que entonces tardaban varios días. Estábamos bajo mínimos para hacer la compra. Fui al Superette y delante de mí una señora pidió patitas de pollo y la carcasa de varios de ellos para hacer la comida de su perro. Vi que pagó muy poco. Cuando llegó mi turno, le pedí al tendero lo mismo para cuatro perros grandes. Cociné una magnífica sopa con verduras y fideos que nos salvó esos dos días.
¿Qué prefiere carne o pescado?
Fundamentalmente me gusta elaborar platos de cuchara y prefiero los pescados a las carnes. Las carnes a la brasa, las hago en mi casa de campo, donde tengo barbacoa. Hoy todos mis guisos son muy saludables, sin grasas porque soy diabético, igual que lo fue mi padre.
¿Siempre supo que se quería dedicar al campo?
Sí, siempre lo supe. Lo único que no tuve claro fue mi carrera. Empecé con la superior, pero al año siguiente decidí que era mejor terminar rápido y empezar a trabajar, así que me cambié a la técnica.
¿Qué recuerdos guarda de la infancia?
Hasta los ocho años, viví en el campo, lejos de la escuela y de otros niños. Mi abuelo y mi padre eran labradores. Así que jugaba solo al fútbol debajo de una olivera. A veces me metía goles a mí mismo y otras veces defendía. A los 8 años nos trasladamos a la localidad de San Cayetano, entonces todo cambió, no solo porque el pueblo tenía escuela, sino porque me llevarían interno a Maristas en Murcia.
¿Un internado?
Sí, un internado del que guardo muy buenos recuerdos y en el que me tuve que espabilar rápidamente. Cada 28 de diciembre, pase lo que pase, nos reunimos los amigos de entonces. Uno viene de Burriana, otro de Alicante, otro de Murcia, etc., nunca fallamos.
¿Ya no va en moto con su equipo de ‘moteros’?
Soy un motero social pero nunca cojo la moto para ir solo, por eso se la he dejado en prenda a mi amigo el pescadero. El la usará y yo se la pediré una vez al año.
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¿Cómo pasa los fines de semana?
Los sábados siempre tengo alguna cosa que solucionar de la semana, por lo que suelen ser erráticos. Los domingos, a partir del mes de mayo y hasta avanzado octubre, vivimos aquí, en la playa; entonces mi rutina pasa por levantarme sobre las ocho, hacer kilómetros en bicicleta y terminar en la pescadería. Compro para el día, pero lo recoge mi mujer. Yo, mientras, me doy un baño en la playa y comienzo a cocinar. Mi casa está abierta, me gusta recibir gente mientras cocino, hablamos, bebemos, etc.
Después de la comida, desaparezco para la siesta, pero cuando me levanto, el salón sigue lleno y podemos seguir, con la cena.
He visto varios libros de Arturo Pérez Reverte en el salón. ¿Los acaba de leer?
No, de eso ya hace tiempo. Además, Pérez Reverte es paisano. El que estoy leyendo ahora es de Vicente Vallés, el presentador de las noticias en Antena 3. Coincidí, a través de mi hermana, con él y su mujer en un restaurante y yo le regalé a su mujer una caja de melones. Ellos, a cambio, nos enviaron sus dos últimos libros firmados. ‘Operación Kazán’ es un libro sobre varias generaciones de espías de los servicios de inteligencia de diferentes países, que trabajan juntos para evitar un episodio que cambie el rumbo de la humanidad.
¿Cuál ha sido el mejor y el peor año día de su vida?
El mejor día de mi vida son todos porque me considero una persona afortunada y el peor, sin duda, cuando murieron mis padres. Intento que aquellas cosas que se pueden solucionar con dinero me afecten lo mínimo. He perdido cosechas enteras en varios minutos, pero intento ver la parte buena de las cosas y pensar que se pueden superar.
¿Ha pensado alguna vez en montar un restaurante?
Lo he pensado muchas veces, pero sería un restaurante con muy pocas mesas. Un restaurante al que solo iría la gente que quiero, y sintiera una gran satisfacción si algún político llamara y no hubiera mesa.






























































































