Nos citamos en los aledaños del campo de golf de Almerimar (Almería), lugar al que le une el deporte que practica desde hace 24 años. Esta pasión le ha llevado, incluso, a comprar una casa justo enfrente del green y, de vez en cuando, le cae alguna bola en la terraza.
Dice que, por su personalidad camaleónica, se siente ‘Holandaluz’ y plenamente integrado en la sociedad almeriense. No hay mejor ejemplo que el pulpo a la brasa: aquel plato que un día le provocó rechazo, hoy lo disfruta sin reservas. De Holanda conserva la practicidad: solo dedica un día al año a comprar ropa para no perder el tiempo en ello.
Con el boggie recorremos el campo para empezar la ronda y, mientras tanto, me cuenta cómo el silencio y el entorno verde le invitan a desconectar y focalizar su atención solo en el futuro golpe. Atrás ha quedado el trabajo.
¿Qué diría que es más importante: la concentración mental o la técnica del swing?
Creo que ambas, en el momento adecuado. Si te concentras mentalmente, puedes hacer un buen swing. Cuando piso el green tengo capacidad para ello. Mi hándicap está en 7,2, que está por debajo de la media.
¿Cuál ha sido el golpe más memorable de su vida?
Ese golpe no tiene que ver con el green, sino con haber conocido a mi mujer cuando ambos éramos adolescentes.
¿De dónde le viene ese carácter tan adaptativo que le hace sentirse bien en cualquier lugar?
Pues realmente no lo sé. Vivo en España, pero estuvimos a punto de desembarcar en Sudáfrica, y estoy seguro de que hubiéramos sido igual de felices. Mientras esté con mi mujer y mis cuatro niñas, puedo acomodarme en cualquier destino.
¿Cuatro niñas? ¿Es que no sabe hacer chicos?
Pues parece que no, porque el sexo de los hijos depende de los hombres. Tengo cuatro mujercitas entre 11 y 2 años y por mi parte, el cupo no lo tengo cerrado. Solo me queda convencer a mi esposa.
Cuando conocí a mi mujer, ella tan solo tenía 16 años y yo 20. Formamos una familia muy pronto, a pesar de la primera oposición de mis suegros.
¿Qué recuerdos tiene de su infancia?
Curiosamente mis recuerdos están ligados a los invernaderos, pero holandeses claro. Mi abuelo, que siempre trabajó en una casa de semillas, tenía, al mismo tiempo, su propio invernadero. Los sábados por la mañana, antes de jugar al fútbol, mis hermanos y yo nos levantábamos a las 6 para ayudarle en sus tareas durante dos horas. Después, ya jugábamos nuestro partido de fútbol semanal. Procedo de una familia de empresarios y la filosofía de mi familia siempre fue la de trabajar duro para alcanzar cualquier objetivo en la vida.
Esto es muy protestante
Sí, lo es. Mis abuelos y mis padres han sido muy religiosos y practicantes. Fui educado en los valores del protestantismo, en los que hay que cuidar del que tienes al lado y cumplir con los 10 Mandamientos. Disciplina y austeridad son conceptos importantes. Para los protestantes, trabajar de manera negligente es una falta contra Dios.
Me han dicho de usted que es muy disciplinado
Sí lo soy. Es algo que aprendí en el ejército. Me fui voluntario muy joven, a los 17 años y estuve hasta los 19. De allí nace mi disciplina actual y mi filosofía de vida, donde rendirse no es una opción. Esta idea es clave en mi vida.
Póngame un ejemplo
Le doy dos: hago la cama todos los días y, aunque no tengo cuerpo para correr, hago maratones. El último en París. Siempre los hago acompañado, me gusta entrar a la meta con amigos. Aquí en Almería hago ‘La Desértica’, de 73 kilómetros y con casi 2.000 metros de desnivel positivo. Para conocer su dureza, solo le digo que la organiza la Legión. Sale del centro de la ciudad, recorre la sierra y acaba en Roquetas.
Tengo pendiente otra carrera de la Legión, la de Ronda, de 101 kilómetros, pero no he podido inscribirme.
No tengo complexión de corredor, porque peso casi 115 kilos, pero sí un fuerte control mental para acabar cualquier carrera.
¿Hacia dónde encaminó sus pasos cuando acabó en el ejército?
Comencé a trabajar en la empresa de mi tío. Me encargaba del mantenimiento de los canales que hay entre los invernaderos en Holanda. Un trabajo muy manual, una especie de jardinero. Después, trabajé en la empresa de mi hermano y en 2007, con 22 años, monté la mía propia, una ETT en la que estuve 10 años. De no tener ningún trabajador, llegamos a los 1.000 empleados.
Pero eso es una barbaridad
Sí, lo es. Nunca pensamos llegar a ese tipo de desarrollo, pero la cosa vino rodada así y la compañía sigue existiendo. Sin embargo, para mí llegó un momento en el que deseaba acabar con una empresa en la que el producto fueran las personas. Dejé de confiar en ellas. Una vez, un trabajador no se presentó y me dijo que su padre había muerto. Al día siguiente, por casualidad, llamé a su casa y el padre cogió el teléfono. Me sentí fatal.
La empresa Koppert es un clan familiar ramificado, ¿no es así?
Koppert ha estado siempre en mi vida. Su fundador fue el tío de mi padre, que inició el negocio en 1967. Cuando falleció, en 1972, entraron a formar parte del negocio sus hijos Peter y Paul y en 1977 entró mi padre, que se encargó del mercado español.
En la fiesta del 50 aniversario de la compañía, en Holanda, me ofrecieron ser gerente comercial en España. Tres días después aterrizamos en España y la idea nos gustó. Vendimos todo lo que teníamos, propiedades, coches… y nos vinimos.
En este entorno, ¿quién ha sido su ejemplo?
Sin duda mi padre, aunque es verdad que no estuvo muy presente en nuestras vidas porque siempre estaba de viaje. Mi madre ha sido una mujer muy fuerte y un gran pilar en su vida. Ella se merece un monumento.
Muchas veces me pregunto si yo, ahora que viajo tanto, no estoy cometiendo el mismo error que mi padre, por eso intento compensarlo atendiendo a mis hijas todo lo que puedo los fines de semana.
Cuando vinieron, usted ya conocía España
Mi familia siempre tuvo una casa en San Juan de los Terreros (Almería) y pasábamos las vacaciones de verano allí cuando éramos pequeños.
¿Cuánto tardó en aprender español desde que decidieron cambiar de residencia?
Aunque pasaba los veranos en San Juan, en casa se hablaba holandés. Cuando nos afincamos aquí, no tenía ni idea, pero en un año ya me defendía bastante bien. No lo he estudiado de libro, lo hablo porque soy muy abierto y me encanta contactar con la gente.