Sin embargo, el dato positivo del volumen contrasta con la pérdida de superficie. En apenas cinco años, el cultivo ha pasado de 18.500 a 14.000 hectáreas en España, un descenso cercano al 30%. “El boom del kaki parece que se ha acabado”, reconoce Pascual Prats, presidente de la Asociación Española del Kaki, señalando que muchos pequeños agricultores han abandonado ante la dificultad de controlar plagas y la falta de relevo generacional.
El dirigente sectorial señala que, pese a la mejora en cosecha, los productores afrontan una campaña en la que la gestión de plagas, el aumento de los costes de producción y la presión de la competencia internacional siguen siendo grandes desafíos. La clave estará en mantener la calidad del Rojo Brillante para afianzar la posición de España en los mercados exteriores, donde este producto se ha convertido en referente.
Precios en campo más altos
Con precios en campo que, de momento, se sitúan entre 0,50 y 0,65 €/kg —algo superiores a los del mismo momento del año pasado—, el sector encara con cautela una temporada en la que la rentabilidad dependerá de la capacidad de exportación y de la estabilidad de la demanda en destinos europeos. “Un precio por debajo de 45 céntimos es absolutamente inviable,” remarca el dirigente.
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La parte más negativa viene de un problema que persiste como son las diferentes plagas como la mosca blanca o el cotonet sin contar con suficientes herramientas de control. La retirada de materias activas deja a los agricultores con pocas alternativas y la obligación de intensificar los tratamientos. “Hoy en día un agricultor que lo lleva todo bien hace seis o siete aplicaciones, pero hay explotaciones que pueden superar las diez o incluso llegar a catorce pasadas”, explica Prats. Esto supone un fuerte encarecimiento de la producción y una creciente dependencia de técnicos especializados que determinen el momento exacto de actuar.
La campaña se prolongará hasta enero o febrero, siempre condicionada por la climatología. Mientras tanto, el reto del sector es doble: defender unos precios que permitan cubrir los elevados costes y, al mismo tiempo, reclamar a las administraciones soluciones eficaces contra las plagas para evitar que el cultivo siga perdiendo terreno.