Alberto Palmí tiene 47 años. No está casado porque no ha encontrado todavía a su media naranja. Ha utilizado Tinder y no tiene ningún reparo en decirlo; incluso confiesa que algunas de las fotografías de nuestra sesión las utilizaría en esta red. Como buen hiperactivo sufre, al igual que una servidora, bruxismo y ahora está con las idas y vueltas para adaptar su férula de descarga
Alberto acude a la cita en el centro de Valencia en su maxi-scooter. Ha tenido un día de reuniones maratonianas y llega algo cansado. Aunque la cita estaba planeada, como el día había sido de tal intensidad me pidió volver a reunirnos otro día. Pero la cosa se alargó porque dos hiperactivos juntos dan para mucho.
Era jueves por la noche, el día en que la Cuarentuna de la Facultad de Derecho se reúne muy cerca de dónde habíamos quedado. De tanto hablar, cuando nos dimos cuenta, los tunos ya se habían ido.
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