Se ha producido la tormenta perfecta entre falta de calidad en el producto almacenado, las lluvias constantes y cierta falta de previsión. Aunque las centrales de toda Europa estaban repletas de cebolla hasta hace apenas unas semanas, la falta de calidad del producto acumulado ha provocado su rápida eliminación del mercado. Las mermas son muy significativas desde mayo.
La paradoja es evidente: se redujeron las siembras de cebolla temprana bajo la premisa de que había suficiente producto en stock, pero al comprobar que gran parte del género almacenado no cumplía los estándares de calidad, se generó una ruptura del suministro. Como los contratos de importación del hemisferio sur (Sudáfrica, Nueva Zelanda y Australia) se firmaron con previsiones de abundancia europea, las cantidades importadas fueron muy limitadas. Reaccionar ante esta situación no es inmediato: traer cebolla desde esos destinos puede tardar cerca de un mes, lo que ha dejado un hueco de mercado entre la cebolla nueva y la tardía.
España toma impulso
Con el mercado desabastecido, la cebolla temprana española y algunos lotes almacenados de buena calidad han vuelto a ser protagonistas. Los precios, que hace semanas apenas alcanzaban los 10 o 12 céntimos por kilo en campo, han superado los 50 céntimos. Sin embargo, la campaña no estará exenta de dificultades: las lluvias persistentes de marzo y mayo han impedido una recolección fluida, afectando a los calibres y limitando la oferta.
En Castilla-La Mancha, la región productora por excelencia, las tormentas han dañado especialmente la cebolla de medio grano, cuya recolección estaba prevista para junio. En el caso de la cebolla trasplantada, las lluvias han retrasado la siembra y obligado a muchos productores a recurrir a semilleros en lugar del sistema de siembra directo, especialmente en Albacete, donde este modelo es predominante. Todo esto añade incertidumbre sobre la superficie final cultivada para la campaña 2025.

El enemigo invisible: el daño interno
Uno de los grandes desafíos estructurales del sector español es el “daño interno” de la cebolla, una alteración del bulbo que no se detecta a simple vista y que perjudica tanto la imagen del producto como a su salida en el mercado. Desde PROCECAM (Asociación de Productores de Castilla-La Mancha) se estima que hasta un 70% de su presupuesto se destina a investigaciones para comprender este fenómeno. El problema se desarrolla sobre todo en almacén y puede activarse durante el transporte por carretera o con cambios de temperatura.
Las investigaciones apuntan al Fusarium proliferatum, aunque se sospecha que otras bacterias podrían estar involucradas en la apertura del bulbo al hongo. El problema es que no se manifiesta externamente: una cebolla puede parecer perfecta hasta que se corta. Esta situación ha generado gran tensión con las cadenas de distribución, que han elevado tanto sus estándares que una simple reclamación puede suponer el rechazo de partidas enteras.
Consumo dispar: Europa sube, España estancada
Mientras en países como Alemania o Reino Unido el consumo de cebolla crece —posiblemente vinculado a tendencias como el veganismo o al auge de platos elaborados con más verduras—, en España el panorama es distinto. El consumo sigue estancado y asociado a franjas de edad mayores. El consumo per cápita se sitúa entre 16 y 18 kilos anuales, con una demanda que cae entre la población joven.

Para revertir esta tendencia, desde el sector se apuesta por la promoción de la cebolla española, en especial la producida bajo el sello de calidad, IGP Cebolla de Castilla-La Mancha, que ha pasado de un único productor en 2023 a 10 productores en 2024, con un salto de 3 a 40 millones de kilos certificados. La previsión para la próxima campaña supera los 100 millones, confirmando una apuesta decidida por la diferenciación y la seguridad agroalimentaria.
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El sector no es ajeno a los desafíos generales que soporta nuestra agricultura: incremento de costes, escasez de mano de obra y dificultades de planificación. A pesar de los pobres resultados económicos de la campaña anterior, muchos agricultores han optado por seguir sembrando, animados por una posible recuperación, pero el clima ha vuelto en jaque el principio de campaña.
Actualmente, la distribución de la cebolla española se reparte en tres tercios: consumo interno en fresco, exportación en fresco y canal industrial (pelada y troceada de diferentes formas), siendo este último un salvavidas en muchas campañas. El canal HORECA ha sido fundamentales para mantener a flote el sector en años complicados.




































































































