Pedro Martínez: Férrea disciplina

Pedro Martínez es un hombre que se cuida y eso salta a la vista porque cerca de cumplir los 50, no los aparenta. Habla abiertamente sobre su dieta antiinflamatoria y hace deporte de manera regular y comprometida. Le gustan los libros de management y de autoayuda
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Nació en Almería en 1976, pero se siente roquetero porque lleva media vida en esta localidad, desde que conoció a su mujer. En realidad, está vinculado sentimentalmente tanto al levante como al poniente de la provincia porque sus padres provienen de un pueblecito del Cabo de Gata.

En su familia, numerosa como muchas de las de la época, no existía contacto alguno con el mundo agrícola. Su padre era instalador de televisiones y él estudió ingeniería mecánica.

Nos citamos en uno de los muchos restaurantes de Roquetas de Mar, frente del castillo de Santa Ana y del mar. Nos esperaba después de su rutina mañanera de bicicleta y nos invitó a un desayuno saludable: tostadas de pan integral, aceite de oliva y aguacate.

¿Esto de cuidarse tan a rajatabla le vino con la crisis de los 40?

En cierta manera, respecto a la alimentación, sí. Más o menos a esa edad me puse las pilas. Pero no con el deporte porque siempre me ha gustado. Llegar a los 40 te hace repensar que envejeces y quieres hacerlo de la mejor manera posible.

¿Cómo es un día normal en su vida?

Tengo dos tipos de jornadas, las que estoy en casa y las que paso en los hoteles, de viaje.  Si estoy aquí, me levanto a las seis y media y no perdono mi desayuno que incluye 80 gramos de arándanos, hogaza de pan de pueblo, aceite de oliva, nueces por su omega 3 y café con leche.

Después tengo mi sesión de pesas y ejercicios de core. Si tengo tiempo hago algo de running o salgo en bici, muchas veces por la arena de la playa. Y si no, directamente a trabajar. Si viajo, intento seguir la misma rutina.

¿Y cómo lo hace?

Me levanto lo más temprano que exija la jornada y soy absolutamente estricto respecto al ejercicio físico, por eso busco hoteles con gimnasio y la ropa deportiva no falta nunca en mi maleta. Nuestra empresa ha crecido en diferentes países y viajar se ha convertido en una necesidad profesional.

Con tantos días fuera de casa, echo de menos este paraíso y cada día me doy más cuenta de la calidad de vida que tenemos: el buen tiempo, el mar, la comida y la tranquilidad, y opción a los servicios de una ciudad.

Estar de viaje y comer bien a veces es incompatible, sobre todo en aeropuertos y estaciones.

Tiene razón, es un esfuerzo, pero no padezco ortorexia. No llego a estar obsesionado con la comida. Evito los fritos, el pan blanco, el azúcar, el alcohol, pero eso no quiere decir que no me tome una cervecita o un buen vaso de vino en determinadas ocasiones, y si estoy en alguna ciudad italiana, no le hago ascos a un buen helado.

¿Cómo se equilibra tanto viaje con la familia?

Es factible, tengo dos hijos de 8 y 11 años a los que también les gusta viajar y lo mismo ocurre con mi mujer; así que aprovechamos los fines de semana al máximo. Esta tarde, es decir en unas cuántas horas, nos iremos a pasar un fin de semana a Viena.

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¿Qué recuerdos tiene de su infancia y adolescencia?

Fui, como todos los de mi época, un niño de jugar en las calles. Ya de adolescente, en mi casa nos enseñaron el valor del esfuerzo y trabajé de camarero mientras estudiaba. En estas etapas aprendes a ser espabilado.

Además del deporte, le gustan los idiomas.

Sí, efectivamente. Aprendí inglés por necesidad cuando empezamos a exportar. Me tuve que poner las pilas y me gustó mucho el proceso y, sobre todo, ver los avances cuando los pones en práctica. Fui a una academia, después tuve una profesora particular y aprobé el B1 y el B2.

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Ahora estoy enfrascado con el italiano. Me encanta el país, su cultura, su gastronomía. Cuando conduzco voy escuchando podcast en Spotify y estoy a punto de volver a contratar un profesor/a privado para avanzar más rápidamente. Después me pondré con el francés, que estudié de niño.

¿Qué queda de aquel ingeniero que empezó desde cero su propia empresa?

Queda todo. Tenía tan solo 28 y mi socio y yo empezamos con nuestros coches particulares y dos cajas de herramientas porque detectamos un hueco de mercado en Almería, tal y como dice el libro ‘La estrategia del océano azul’ de W. Chan Kin y Renée Mauborque. Ahora exportamos a Marruecos, México, Canadá, Perú, etc. Hemos crecido sin olvidar nuestros orígenes. Para mí, el éxito es eso: evolucionar sin dejar de ser tú mismo.

Hablando de libros, ¿qué suele leer?

Además de libros relacionados con el management y los negocios, me gustan los de crecimiento personal como ‘Encuentra tu persona vitamina’ o ‘Cómo hacer que te pasen cosas buenas’ de la psiquiatra Marian Rojas Estapé a la que admiro por su trabajo con las niñas y mujeres en Camboya y también sigo los consejos de Mario Alonso Puig.

¿Cómo se lleva con las redes?

Muy bien. No estoy enganchado a ellas, pero me sirven para muchas cosas: para conocer las noticias, escuchar música, para aprender. En su justa medida, creo que son esenciales.

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