Cuando escribo estas líneas ya llevamos más de un mes de confinamiento. Como todos, desconozco cuando saldremos, pero lo que es seguro es que aterrizaremos en un escenario económico lamentable. Ya se sabe que España vivirá su peor crisis desde la guerra. El PIB bajará un 8% y el paro llegará casi a los 5 millones. Debemos estar preparados para lo que se nos avecina.
Es cierto que, de una manera u otra, éste es un sector privilegiado, por ser básico e insustituible. Que no puede parar ni parará. Y es el momento de señalar también que es estratégico y, en ocasiones, los gobiernos lo han obviado o menospreciado.
En las nuevas circunstancias habrá que ajustarse a otros parámetros. Es muy probable que los drivers de compra vuelvan a cambiar y se priorice el precio sobre la salud (¡la ironía es que ahora estamos encerrados por una crisis de salud!) y que toda la cadena deba reajustarse otra vez, como ya lo hizo en 2008.
Este número contiene un Especial Patata, ese tubérculo feo que ha sido causa de convulsiones sociales y que llevó a América toda una generación de irlandeses. Un tubérculo más importante de lo que piensan, ya que hasta la NASA mantiene experiencias con él en el espacio.
El sector ha vivido una verdadera convulsión en estos días de la covid-19. La demanda de patata fresca ha sido, y sigue siendo, extraordinaria y los operadores españoles han cumplido.
Muchos ignoran que importamos de Francia entre 600.000 y 700.000 tn de patata al año porque somos deficitarios. Una circunstancia por la que ya se levantan voces muy autorizadas entre los envasadores de este país, no para dejar de hacerlo, sino para incrementar los compromisos y los contratos con los agricultores españoles. Porque es tiempo de colaboración y solidaridad para generar riqueza en nuestro país.
Celebro que la firma líder de este segmento se haya planteado reprogramar con las cadenas de supermercados que la gran parte de su suministro será producto español y que “todos los formatos que se puedan hacer con origen España se van a hacer.”
Las crisis cambian o aceleran procesos. En este caso, tenemos que intentar ver lo positivo, porque el negocio fijará población en las zonas rurales vacías, ocupará a mano de obra en España y pagará aquí sus impuestos, una riqueza que en estos tiempos no se puede desaprovechar.
¿No decían que esta crisis nos cambiaría? Pues este es el primer paso.