Si España es deficitaria en algún producto hortofrutícola, éste es la patata. Sus importaciones sobrepasan la nada desdeñable cantidad de 800.000 toneladas
Según datos facilitados por Europatat, en 2020, España importó 815.763 toneladas de patata frente a las 839.270 de 2019, un dato que, aun siendo estratosférico, podría indicar el inicio de un cambio de tendencia a favor de la producción española. Si así lo fuera, esta cifra debería consolidarse en las próximas campañas.
Francia constituye el principal proveedor de patata lavada, superando, en 2020, la barrera de las 600.000 toneladas, en concreto 636.230. Sin embargo, aunque las importaciones españolas en su globalidad han bajado un 3%, Francia las ha incrementado en un 6%, como consecuencia de la fuerte demanda de los operadores españoles durante el confinamiento y meses posteriores Estos vivieron jornadas en las que sus centrales llegaron a estar activas las 24 horas para abastecer a una población que, confinada en casa, compraba más patatas que nunca. La media de consumo español por mes es, según datos de Fepex, de unas 70.000 toneladas. En marzo de 2020, la cifra se incrementó en más de un 25%, y pasó a 105.000.
Francia es, para el mercado español, el mejor productor y proveedor de patata lavada, la que demanda la gran superficie. Desde 2014 hasta 2020 los galos han aumentado en 200.000 toneladas sus ventas al mercado español.
Otros de los grandes proveedores de patata para el mercado español son los Países Bajos y Bélgica que, en general, son abastecedores de formatos grandes destinados al procesamiento industrial. Ambos países registraron una disminución de sus volúmenes. Bélgica vendió un 26% menos y la reducción de patata holandesa fue incluso mayor, un 30% menos que en 2019, año en el que España compró 65.584 toneladas. Todo ello hay que encuadrarlo en un escenario de confinamiento en el que los canales Horeca y hostelería, grandes consumidores de este tubérculo, permanecieron cerrados. Las compras de patata procedentes del Reino Unido también descendieron en un 12%.
Hay que destacar que la entrada de patata nueva marroquí sufrió una caída del 78%, pasando de 25.582 toneladas a apenas 5.700, con toda probabilidad debido al efecto de la pandemia y al cierre de fronteras que se estableció en el país alauita, ya que la cosecha de patata nueva coincide con los meses de marzo y abril. Por el contrario, otro proveedor de patata nueva como Israel aumentó sus ventas en un 101% y pasó de vender 6.844 toneladas en 2019 a 13.822 en 2020.
En España la patata habla francés
Uno de los discursos actuales más comunes por parte de los operadores es el de su apuesta por la patata nacional y, en muchos casos, regional. Sin embargo, las cifras demuestran un sector claramente dependiente del exterior.
La COVID ha puesto de manifiesto la importancia y la necesidad de contar con producciones nacionales, y el producto local sigue ganando adeptos, pero “habrá que estudiar hasta qué punto podría ser solo una moda o un discurso pasajero, todo ello a pesar de la preocupación creciente del consumidor por el territorio, por el medio ambiente y por las emisiones de CO2 en el transporte”, remarcan fuentes del sector.
Un dato demoledor y que no afianza este discurso es, sin duda, la reducción, año tras año, de la superficie de cultivo. Las últimas cifras del MAPA arrojan un descenso del 5,7% respecto al año anterior.
Todo ello sumado a que, en España, las inversiones que se realizan en capacidad de conservación, comparadas con las de los países vecinos, son puntuales y siempre por parte de los mismos operadores, que también hay que decirlo, han actuado como pioneros en la vanguardia tecnológica.
La cuestión es: ¿a qué responde este discurso que cada día adquiere mayor preminencia? “Responde a la presión de la gran distribución que desea tener producto nacional y poder justificarse. Sin embargo, la apuesta real no es tal porque de cuatro referencias, solo una, como mucho, es española”.
Encontrar patata española durante todo el año en el lineal es tarea imposible y solo se da, en casos contados, con la variedad Agria especial para freír, pero este ejemplo no representa más allá del 1% de las ventas del mercado.
“Al final, en el lineal lo que prima es la calidad estética. Si el producto local da problemas, el rechazo es inminente y se prefiere producto que no sea español” explica un destacado proveedor de la distribución.
Lo que sí es un hecho constatado es la tendencia creciente de la patata nueva por arañar semanas en el lineal a la patata de conservación. En la actualidad, no hay supermercado que se precie que, en abril e incluso en mayo, no tenga, al menos, una referencia con patata nueva”, explica un destacado proveedor de la distribución.