La cosecha de patata temprana española ha comenzado su periplo con una buena calidad.
Debido al buen clima registrado y tras la cosecha malagueña, los primeros pedidos de Sevilla se han puesto en el mercado con algunas semanas de adelanto respecto a la campaña anterior.
Todo apunta a un buen viaje de salida, en el que el contexto global del mercado se encuentra con unos escasos stocks de patata francesa, que hacen prever una demanda fluida del tubérculo que, además puede alcanzar unas cotizaciones favorables.
De forma generalizada y tras unos años en el que las siembras andaluzas tendían a disminuir, 2017 se presenta como una campaña en que la producción recupera parte de su superficie plantada. “Aunque evidentemente, estamos lejos de situarnos en las cifras que tenía esta zona hace una década,” explica Pepe Porcel, gerente de la compañía Distrisur.
La crisis económica afectó de pleno a un producto como la patata nueva, considerado como uno de los commodities más generalizados para las grandes superficies. “En un momento de dificultades económicas la patata nueva española sufrió mucho, ya que la francesa, almacenada en cámara, se imponía en el lineal debido fundamentalmente a su precio,” remarca el directivo.
España es un país claramente deficitario, que importa más de 700.000 toneladas de producto francés, almacenado durante meses, y que llega al mercado a precios muy competitivos. Frente a esta situación, la producción española sólo alcanza los 2 millones de toneladas.
La producción en Murcia. La cosecha de este año sufrirá retraso en la Región de Murcia, consecuencia directa de las fuertes lluvias e inundaciones que se dieron en la zona y que provocaron un retraso en las plantaciones. Con toda probabilidad hasta finales de mayo o junio no se cosechará el grueso de la producción.
En esta comunidad el cultivo de la patata ha dejado de ser un complemento al de las hortalizas y levanta fuertes expectativas. Algunos operadores han visto la zona del Campo de Cartagena como una alternativa a las producciones sevillanas, pero la realidad apunta a que tanto una zona como otra se hacen imprescindibles e incluso se complementan para atender los mercados, ya que ambas se encuentran en disponibilidad de atender la demanda del mercado nacional o los programas de exportación de las superficies europeas.
Tradicionalmente en la Región de Murcia, con el cultivo de la patata se cubrían los huecos que dejaban las tierras dedicadas a las hortalizas, pero ni siquiera existía una mentalidad empresarial en el sentido de cultivar las variedades que demandaba el mercado. Sin embargo, en la última década la superficie de cultivo ha ido ganando terreno y la zona se ha convertido en un origen de referencia, aunque con la problemática del agua a sus espaldas, inconveniente que las zonas productoras sevillanas no tienen.