La pujanza de la producción China de kiwi podría modificar o desestabilizar los actuales circuitos comerciales en el mundo
El país asiático es el mayor productor mundial de esta fruta, con un volumen que alcanza 1,3 millones de toneladas, lo que significa que por sí solo monopoliza la mitad del kiwi del mundo.
A día de hoy, uno de los aspectos que más interés suscita es su pujanza como país importador (en 2003 compraba 2.975 toneladas y en 2015 supera las 90.178 toneladas) sin embargo, y según apuntan analistas del sector “cuando el dragón despierte y tenga en cuenta sus posibilidades comerciales, los países exportadores del hemisferio norte podrían verse afectados y los flujos comerciales alterados. La gran oportunidad que China representa hoy para el mercado europeo, podría variar en unos años”.
Esta realidad se constató en el IX Simposio Internacional del Kiwi, celebrado en Portugal, con la importante presencia de investigadores chinos, que demostraron el interés que este cultivo suscita para el gigante asiático.
En la actualidad, para los países productores del hemisferio sur (Nueva Zelanda y Chile) el aumento de las compras chinas es bienvenido. Cabe señalar que el 15% del kiwi exportado por Nueva Zelanda (tercer mayor productor mundial con 488.000 toneladas) se vende en China y la compañía Zespri ha creado un programa de exportación de kiwi Premium para China que cubre los 12 meses del año. Para la producción chilena, tradicionalmente dirigida a la exportación, China representa una gran oportunidad de negocio desde hace muchos años.
En el propio continente asiático, Irán y Turquía se consolidan como productores emergentes de kiwi, el primero, en tan sólo 15 años ha pasado de 100 hectáreas a 11.612, con una producción de 300.000 toneladas, de las que exporta casi 45.000. Turquía, por su parte, presenta una producción de 43.600 toneladas y está realizando una fuerte apuesta por la agricultura de precisión que le permitirá en el futuro aumentar tanto la calidad como la cantidad.
Despegue en la península Ibérica
La península Ibérica ocupa el sexto puesto mundial como productora de kiwi. En los dos últimos años, Portugal ha aumentado su superficie de cultivo en 500 hectáreas, de las que 300 se corresponden a kiwi de pulpa amarilla, 90 hectáreas a kiwi baby, y el resto es de pulpa verde. La superficie total portuguesa es de 2.800 hectáreas, con una producción que ronda las 28.000 toneladas, de las que un poco más del 50% tienen como destinos España, Brasil, Marruecos y el Reino Unido.
España, por su parte, cuenta con 1.384 hectáreas y una producción de 20.884 toneladas, con Galicia a la cabeza como principal región productora, seguida de Asturias y País Vasco.
Italia
Según los datos facilitados por el CSO, la producción italiana de kiwi cae de manera estrepitosa en la temporada 2017-18.
Este descenso productivo se debe a diferentes causas: heladas de primavera combinadas con una excesiva sequía en verano, algunas plagas y a la afectación de insectos como la Halyomorpha halys en determinadas zonas. Las cosechas de Verona, Veneto, Piamonte y Lazio han sido de las más perjudicadas. Esta afectación no se ha dado por igual ya que las heladas de Piamonte y Lazio han disminuido la producción en un 30% y en Veneto, el descenso llega casi al 45%.
Hay que recordar que la producción del año pasado, resultó ser la más baja de los últimos cuatro años. En este sentido, la cosecha actual de kiwi verde puede ser un 40% inferior a la media de 2013 a 2016 y significaría también que Italia disminuye su potencial productivo justo la mitad durante esta campaña.
El problema de la PSA
El problema de esta bacteria, extendida ya por todas las zonas productoras, ha causado un fuerte impacto en el cultivo. Las variedades de pulpa amarilla, más recientes en el mercado, se han mostrado también muy susceptibles. Las estimaciones apuntan a que un 77% del área de kiwi amarillo en Nueva Zelanda está afectada por la PSA. En Italia, el segundo productor mundial, los perjuicios directos registrados en los últimos años ascienden a más de 2 millones de euros.
Los investigadores alertan de la importancia de que cada país pueda realizar los modelos de prevención que mejor se ajusten a sus condiciones edafoclimáticas. Por otro lado, en el campo de la genética, Nueva Zelanda, Italia y China están trabajando en programas de obtención de variedades resistentes a esta enfermedad.