De casta le viene al galgo
Cecilio Peregrín (Águilas, 1961) es el quinto de nueve hermanos y lleva el mismo nombre que tenía su padre. En la localidad murciana de Águilas, la saga de los Peregrín es muy conocida y respetada. Este sentimiento de estirpe se lo inculcaron en su casa y él, de igual manera, lo ha traspasado a sus tres hijos con orgullo.
Del 0 al 10, su capacidad comunicativa merece sobresaliente, a no ser que sea víctima de su ligera sordera en un momento en que no lleva los audífonos. Extrovertido y guasón con la vida, se ríe hasta de sí mismo. Ello no quita que sea un hombre de fuertes creencias y valores que estudió Derecho, aunque nunca se ha puesto la toga.
Habíamos quedado para dar un paseo en moto, pero el día de nuestra cita todo se complicó y tuvimos que optar por otros escenarios fotográficos más improvisados. Recorrimos varias playas del entorno, el puerto pesquero de Águilas, llegamos a la que fue la casa de sus padres y acabamos en la Glorieta de ‘La Pava la Balsa’, emblema de la localidad. La casualidad quiso que encontráramos abierta la puerta de la Iglesia donde se casó. Entramos.
Su padre, Cecilio Peregrín, fue un hombre que gozó de un gran reconocimiento en Águilas. ¿Cómo era su familia?
Mi padre era veterinario, aunque a los pocos años de ejercer dejó la profesión para dedicarse a lo que era su vocación, los negocios. En aquel entonces eran el comercio del esparto y de las alcaparras. En Madrid, conoció a mi madre que trabajaba como instrumentista de un cirujano. Ella abandonó el barrio de Salamanca, donde se había criado, y se vino a Pulpí por amor. Fueron una pareja muy enamorada hasta el final de sus días. Tuvieron nueve hijos y yo ocupo el quinto lugar. Mi padre fue un hombre riguroso con nuestra educación, pero una persona justa y generosa. Mi madre, aunque llena de ternura, era un capitán general. Ambos nos inculcaron grandes creencias y valores como la lealtad, la humildad y el esfuerzo.
¿Qué recuerda de su infancia?
Vivir en una familia de muchos hermanos es siempre divertido, a pesar de las normas estrictas de mis padres. Recuerdo especialmente cuando nos mudamos a vivir a Granada. Yo cumplí exactamente 11 años el día que inicié el colegio.
¿Por qué esa mudanza?
Mi madre, de forma muy inteligente, sabía que Águilas no ofrecía las mismas posibilidades de estudio y desarrollo para sus hijos. Sus hijos crecían y uno de mis hermanos tenía que empezar la carrera de Medicina. Así que toda la familia, se movilizó.
¿Entonces usted se siente granadino?
Me siento bien allá donde tiro el sombrero, como dice el título de la canción de Paul Young que, en realidad no era suya, sino de Marvin Gaye. He vivido en Madrid, Inglaterra, Murcia, Águilas y Pulpí. Me gusta Águilas porque me transporta al seno familiar. Es el lugar donde nos reunimos los nueve hermanos porque mantenemos una excelente relación y además sumamos a la familia política. Y lo mejor de todo, es que hemos conseguido que la siguiente generación herede estos valores de cordialidad.
En estos momentos dónde tiene la residencia, ¿en Pulpí?
No. Ahora estoy a caballo entre Águilas y Murcia, dependiendo del día de la semana.
También vivió en Inglaterra, ¿qué hacía allí?
Allí hice de todo para ganarme la vida y aprender inglés. Tenía 21 años. Con esa edad se puede hacer cualquier cosa.
¿También ha pisado mucho Madrid?
Sí, hice parte de la carrera allí. Más recientemente, como mi mujer trabajaba allí, teníamos varias casas abiertas e íbamos y veníamos. Ahora ya no.
Perdone, ¿ha traído dos camisas para que haya variedad fotográfica tal y como le indiqué?
No, he traído tres. Y gomina para el pelo. También iba a coger dos pantalones, pero he supuesto que tendría problemas para cambiármelos.
Ja, ja, es usted, además de guasón, presumido…
Veo que no tiene reparos en decir que lleva audífonos
¿Por qué habría que tenerlos? Son maravillosos. A mí me han cambiado la vida por completo. Antes mis hijos murmuraban y no los oía. La televisión en casa estaba a un volumen desorbitante y me perdía en las reuniones. Llegué a pensar que me estaba volviendo autista.
Ya que no me ha invitado a un paseíto en moto, me muero de ganas por saber que moto tiene y qué tiempo le dedica
El año pasado me compré una Suzuki Vstrom. En casa siempre ha habido motos. Los hermanos mayores nos iban pasando la suya cuando se sacaban el carnet de coche. Tuve una Aprilia Futura hace 15 años, después me compré una Honda, etc., después dejé un tiempo de salir cuando mi mujer trabajaba en Madrid. Ahora mi forma de disfrutarla es haciendo kilómetros y metiéndome por parajes desconocidos. Hacemos jornadas de ocho horas. Una salida puede ser Serón-Calar Alto (el observatorio más grande Europa a más de 2.000 metros de altitud) llegar a Laujar de Andarax, pasar el puerto de la Ragua y volver. O llegar al Puerto de Santa María, subiendo por las Alpujarras y tardando 2 días en vez de ir en 6 horas.
Mediáticamente, ¿cómo se mantiene informado?
La pasión por estar informado la heredé de mi padre. Para mí es una forma de gozar de libertad. Hoy todo se está extremando demasiado: o blanco o negro, o Madrid o Barcelona. Yo no soy talibán de mis criterios. Me dedico a oír la opinión de los demás. Puedo pasar de Federico Jiménez a Pepa Bueno o Àngels Barceló. No se puede caer en la endogamia. Oigo lo justo porque hago muchos kilómetros, pero enseguida me paso a la música.
¿Y sus preferencias musicales?
Me gusta todo a excepción de los raperos. Mi música preferida siempre depende de mi estado de ánimo. Puedo oír desde Camarón hasta Vivaldi y casi en la misma sentada. En mi play list tengo ACDC, italianos de mi época joven como Sandro Giacobbe y Baglione. De Supertramp tengo toda la discografía y en vinilo conservo a Génesis.