“El plátano palmero resistirá”

volcan

El cultivo del plátano en la “Isla Bonita” pasa por la mayor crisis jamás imaginada, pero la resiliencia y fortaleza de sus gentes, permitirá su supervivencia

De esta manera lo reconoce Domingo Martín, presidente de la Asociación de la Organización de Productores de Plátanos de Canarias (ASPROCAN).

Las pérdidas globales en una isla de 83.000 habitantes ascienden, hasta el momento a unos 1.000 millones de euros, según reconocen las autoridades. El principal recurso de la isla es el sector primario, y en concreto el cultivo del plátano, que aporta más del 50% del PIB, a la economía palmera.

“En Asprocan tenemos experiencia en sortear dificultades, puede que sea este carácter isleño el que nos imprime esa resiliencia. Posiblemente este sea el peor momento vivido hasta la fecha, aunque no el único porque cuando entró en vigor la OCM del plátano en 1993, nadie nos daba más de cinco años de vida.”

El último cálculo del sistema de satélites Copernicus, indica que la lava ha arrasado 1.241 hectáreas, así como 4.300 edificaciones de todo tipo (industrias, empaquetadoras de plátanos y viviendas familiares).

De ellas, casi 400 hectáreas son de plátano, algunas de las cuales han quedado aisladas. Estas cifras representan un 30% del cultivo platanero de la isla, la segunda en producción del archipiélago, solo superada por Tenerife, cuya superficie es tres veces mayor.

El volcán Cumbre Vieja se cebó en la zona más productiva de la isla, donde se daba la mayor concentración del cultivo platanero, en el Valle de Aridane y Fuencaliente. En el primero, las pérdidas se acercan al 90% de la producción del año en curso y a más del 60% en Fuencaliente, en el sur de la isla. Un porcentaje de ésta, todavía no evaluado para el 2022, está comprometido.

La erupción volcánica, que ha durado tres meses, se ha producido también en uno de los momentos álgidos de cosecha y ha provocado problemas con la ‘hijería’ (proceso natural de la planta por el que se sustituye por un hijo) y la supervivencia del cultivo para el futuro. En dos meses era el segundo varapalo soportado por los agricultores: el primero se llama cambio climático, porque en agosto se llegaron a registrar 47 grados de temperatura, lo que ocasionó más de seis millones de pérdidas.

Durante los 90 días de erupción, los agricultores han hecho frente a grandes desafíos e interminables jornadas de trabajo en unas condiciones extremas con el único objetivo de salvar un pequeño trozo de tierra que, en algunos casos, debían al banco. Muchos tardaban más de tres horas en llegar a sus plantaciones hasta que se pudieron habilitar barcazas del ejército que unían municipios costeros (Tazacorte con Puerto Naos) y permitían el acceso andando a las plantaciones. La isla llegó a tener más de 90 km. de carretas cortadas, bien por la lava, por el manto de ceniza o por la destrucción de edificios.

Una vez allí y con la ceniza como compañera, había que implementar nuevos procesos de trabajo que hacían más dura, si cabe, la situación. En algunos casos, la coyuntura se tensaba por la rotura de tuberías y falta de riego durante semanas. Se vivía bajo un stress permanente, no solo porque se había perdido la vivienda o se estaba desalojado, sino porque se podía perder el trozo de tierra que daba sustento a la familia.

Más de 40 millones de metros cúbicos de ceniza han caído sobre la isla y consecuentemente sobre sus cultivos y había que hacer frente a una situación agronómica desconocida hasta entonces. Las majestuosos hojas de las plataneras, cubiertas de ceniza, no podían realizar la fotosíntesis, el suelo necesitaba otros abonados, etc. Toda una realidad desconocida.

Se sumaba también el tremor del volcán sin cesar durante las 24 horas y el acoso permanente de una ola de terremotos que, muchos días, obligaba a los palmeros, aconsejados por las autoridades, a vivir con la mochila de emergencia preparada en el recibidor de casa.

Además, el agricultor era testigo directo de cómo muchas de las empaquetadoras de plátanos que comercializaban su fruta eran sepultadas por la lava. Una lava que se ha cuantificado en torno a los 130 millones de metros cúbicos.

Bajo la amenaza de los gases

Aunque el proceso eruptivo ha quedado oficialmente finalizado, dentro de la zona de exclusión existen altas concentraciones de gases, que según la UME (Unidad Militar de Emergencias) “podrían provocar la muerte de una persona en 30 minutos”.

Se trata, principalmente, de monóxido de carbono, un gas que también sale de las viviendas cuasi sepultadas y de las grietas abiertas en el suelo. Esta es, solo, una de las razones por las que quedan muchas semanas de situación de riesgo para la población de la isla, advierten desde el PEVOLCA (Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias).

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