Siente pasión por Toledo, ciudad en la que se casó y donde también se corrió más de una noche de fiesta con los amigos. A pocos kilómetros, en Torrijos, tiene su segunda residencia. Todos los fines de semana inicia su peregrinación hacia esta entrañable localidad, cercana a la turística Toledo.
Nuestra entrevista transcurre en el Palacio de Pedro I, sede del Ayuntamiento de Torrijos y edificio multiusos. Nos hemos citado aquí porque en su antiguo patio de armas, se practican jornadas de tiro con arco.
¿Cómo se inició en esta singular aventura del tiro con arco?
Fue un amor a primera vista. Lo descubrí en una feria medieval, me dejaron probar y me enganché. Así que ahora pertenezco al Club de Arqueros Pedro I de Torrijos.
¿Y cuándo lo practica?
Los campeonatos y torneos están siempre previstos para los fines de semana, así como los entrenamientos. Tengo todo el equipo en mi casa de Toledo.
Me parece un deporte de riesgo y necesitará licencia, ¿no?
Sí, sí lo es y se debe obtener una licencia, ya que con estas flechas y este arco de 45 libras puedes herir gravemente a una persona, esto no es un juego. En verano, tiramos al aire libre y en un recinto controlado como éste. En invierno, es siempre en lugares cerrados.
¿Tiene algún nombre en concreto el bolso para las flechas que lleva colgando del cinturón?
Sí, se llama carcaj y la protección para los dedos dactilera.
Me recuerda usted a Robin Hood.
No va usted desencaminada, porque arcos hay de muchos tipos pero el que a mí me fascinó fue éste, la modalidad de arco tradicional recurvo. No tiene nada que ver con el arco más tecnológico que posee visores y otras adaptaciones.
Los arqueros eran guerreros en la Edad Media, pero fueron desplazados por las nuevas armas. Así que competimos con un objeto que ha evolucionado aparentemente muy poco.
Por cierto, usted tiene cara de no haber roto un plato en toda su vida, ¿es usted tan bueno como Robin de los bosques?
Siempre me han dicho que tengo cara de niño bueno, y en verdad fui un niño que no planteó problemas y buen estudiante, pero pregúntele a mi mujer que, a veces, me dice que tengo mal carácter.
Ya será para menos. En cualquier caso, usted me transmite la sensación de ser muy correcto, ordenado y puntual.
Mis compañeros del trabajo me dicen que no parezco español porque soy muy cuadriculado (aunque hay españoles de todo tipo). Y es verdad, soy ordenado, pero no rozo ninguna obsesión.
¿Ha dado en la diana con su vida?
Sí, directamente al centro. Soy una persona afortunada, tengo una familia estupenda con dos pequeños, que en estos momentos copan mi vida y en el plano profesional, trabajo en una multinacional en la que me siento muy a gusto.
Cuénteme algo de su familia cuando era niño.
Mis padres emigraron desde un pueblo de Toledo a Madrid, y allí se convirtieron en fruteros. Fruteros minoristas. Yo pasaba muchas horas en la tienda, y cuando me aburría, hacía ramos de perejil, que aunque en aquella época era un producto que se regalaba con la compra, yo los ofrecía a los clientes por la voluntad. Así ahorré algo de dinero para una bicicleta.
O sea que ya tenía una visión comercial muy precoz.
Sí, eso parece.
¿Qué estudió?
Estudié Empresariales en la Facultad Ramón Carande de Madrid.
¿Siempre ha estado vinculado al sector de la fruta?
La verdad es que sí. En los veranos, mientras estudiaba, empecé trabajando de escribiente en Mercamadrid. Y después trabajé para una empresa del sector durante unos años, después estuve en otra y finalmente acabé en Zespri, donde ya llevo nueve años.
¿Y si no se hubiese dedicado a esta profesión, qué le hubiera gustado hacer?
Las cosas, en la vida, a veces se dan rodadas. Mis estudios te permiten ejercer diversas profesiones. Tuve la oportunidad de dedicarme al marketing publicitario, pero lo rechacé. Y he acabado en el “mundo del perejil”. Risas.
¿Qué tipo de libros lee?
Al igual que en el cine, me gusta la ciencia ficción. Estoy leyendo “El Ocho” de Katherine Neville, después de leer todas las obras de Dan Brown. Aunque también leo algo de novela histórica, como “La Guardia Blanca”, de Arthur Conan Doyle.
¿Qué le gusta de Nueva Zelanda?, porque supongo que usted tiene la suerte de que le paguen el billete.
Sí, claro. Suelo ir una o dos veces al año. Es un país increíble, no sólo por el entorno físico y la escasa población, sino también por su gente, sin la que no se hubiera llevado a cabo un proyecto global como Zespri.
Por cierto, en Nueva Zelanda rodaron escenas de una de las películas y libro que más me han gustado, “El Señor de los Anillos” y yo he tenido la suerte de estar en el set de grabación en dos ocasiones.
¿Práctica usted algún otro deporte?
No, dejé de hacer deporte después de ser operado de cervicales y la verdad es que me cuesta volver. De momento, para hacerme a la idea me he comprado una pulsera de actividad, aunque las zapatillas las tengo nuevas todavía.