Nuestro Perfil del Mes, Félix García (Barcelona, 1974) es un hombre de ideas poco corrientes. Estudió Económicas, pero se ha formado de manera autodidacta como biotecnólogo leyendo y releyendo durante siete años. Es un trabajador infatigable para “hacer que las cosas ocurran”.
Su vida es una sucesión de proyectos originales y escenas disruptivas. Ha decidido secuenciar el ADN de la familia para saber si tienen genes propensos a determinadas enfermedades y combatir esa predisposición con una buena alimentación.
Es tan práctico que, para no perder el tiempo, se ha comprado todos los remanentes de zapatillas, 22 pares, de una famosa firma de calzado que encuentra muy cómoda.
Nos recibe en la cantina de la compañía. Es cercano, dicharachero y bromista desde el primer momento en que nos sentamos a tomar el desayuno. Ni el fuerte constipado que lleva encima puede con su ingenio y las palabrotas que lanza, ni siquiera resultan altisonantes.
Las instalaciones de MAAVi, el mayor centro de biotecnología de Europa, se parecen más al MOMa de Nueva York que a una compañía con laboratorios de vanguardia. Es un lugar con alma donde la Naturaleza de Almería (mar y luz) dialoga con el diseño y el arte, y donde Félix pudo dar rienda suelta a su creatividad. La mascota del centro (Marcelino Javier) es obra de los catalanes Ornamante y está presente en todos los lugares comunes.
Cuatro coloridos grafitis presiden uno de los jardines y en la sala ambivalente destaca un mural enorme con manos entrelazadas.
¿Lo de ser empresario es vocacional?
No, en absoluto. Mi única vocación era la de ser árbitro de fútbol y el karting que practicaba de jovencito. Estuve arbitrando durante 14 años, pero lo dejé a punto de subir a segunda B por falta de tiempo.
No supe cuál era mi verdadera pasión hasta casi los 30 pero antes pasé por muchas etapas. Me gustaba mucho la Química pero estudié Económicas porque creí que me ganaría mejor la vida. La carrera en sí no me inoculó nada y durante aquel tiempo quise ser inspector de hacienda y más tarde controlador aéreo.
Menudos bandazos profesionales para finalmente ser empresario de una biotecnológica a la que han intentado comprar en más de 30 ocasiones. Podía haber estudiado algo más relacionado con esta disciplina
Tenía muy presente la procedencia humilde de mi familia en la que costaba llegar a final de mes y en aquel tiempo lo que primaba para mí era ganar dinero.
Lo de ser controlador aéreo lo pensé porque descubrí que, intelectualmente, tenía muy desarrollada la parte relacionada con la lógica y el espacio; siempre fui muy bueno en matemáticas, química, física… así que creí que en esa profesión mis habilidades me ayudarían, pero no sabía inglés.
Creo que empecé a centrarme un poco más al hacer el master. Fui el número uno de mi promoción y me ofrecieron tres trabajos: una multinacional en Madrid, una cooperativa y una empresa en bancarrota en Almería. Y elegí la que conllevaba un mayor reto, la de Almería, que posteriormente me llevó a crear Kimitec Group.
A priori, no parece la mejor elección
Efectivamente, consistía en reflotar un grupo de empresas que estaban en ruina. Cuando llegué, dijo el propietario: “por fin tenemos un economista” y en mi primera reunión con el director de un banco no sabía ni lo que era un pagaré porque en la carrera no me lo habían enseñado.
Y fruto de aquello, en 2007, encuentra su camino y crea Kimitec Group
Kimitec inició su andadura en el año de una crisis global. Fue muy duro porque teníamos que pedir el dinero por adelantado a los clientes que confiaban en nosotros y después tuve que hipotecar la casa de mis padres y mis suegros para continuar con la actividad.
Impresionante. ¿Y su mujer no le dijo nada?
Ella sabe cómo soy y desde que la conocí en la facultad, siempre ha estado a mi lado y, de hecho, aunque es pedagoga, trabaja con nosotros. Tenía otras salidas profesionales, pero le fascina la cocina y ella es la que nos da de comer casero en la empresa. Nuestra cantina es ‘Casa la Mari’. Para mí es un orgullo que mi mujer sea la cocinera.
¿Cómo puede entender una disciplina tan científica como la biotecnología sino se formó para ello?
He estudiado de forma autodidacta; mi habitación ha sido un nido de apuntes y libros tirados por el suelo durante más de siete años. No distinguía entre un hongo y una bacteria hasta que un día le dije a un catedrático de la Universidad de Sevilla que tenía que empezar de cero. Desde entonces he leído todo lo que ha caído en mis manos.
Mal no lo ha hecho porque es la única empresa europea a la que se le han otorgado cuatro proyectos Horizon 2020 con una altísima financiación y están presentes en 90 países.
Sí, es cierto. Eso demuestra que Europa quiere mutar su forma de producir alimentos hacia formas más naturales y sostenibles, en la que las cargas sociales por enfermedades se vean reducidas. La alimentación sin químicos de síntesis es básica para las personas y el planeta.
Tengo entendido que van a secuenciar su ADN y el de toda la familia aquí mismo. ¿No le da miedo conocer los resultados?
No, muy al contrario, me ofrece confianza. Todo lo que estamos averiguando servirá para combatir mejor las enfermedades y poder hacerlo a través de una alimentación lo más natural posible, desde el principio de los procesos de producción.
Y este nombre de MAAVi, ¿es el acrónimo de algo?
Sí, en inglés el acrónimo de ‘Making a vision’.
MAAVi se corresponde también con el nombre de nuestra fundación, cuyo objetivo es integrar socialmente a través del fútbol a los niños de más de 100 nacionalidades que hay en Roquetas de Mar. Queremos construir desde la base una sociedad integradora. Todo el dinero recaudado en la cantina va a la fundación y en breve empezaremos con las clases de apoyo escolar y también lo trasladaremos a los padres de estos chicos. Es una ONG que cuenta con el apoyo de la Federación Española de Fútbol.
Además, hemos montado una pequeña comunidad de ciclistas (Puto Peñón) que ya ha hecho su primera carrera y con la que recaudamos fondos para ayudar a estas familias. Somos los ‘putoters’.