José Gandía nace en Tavernes de Valldigna, Valencia, en 1945. Es un valenciano atípico porque, fruto de las circunstancias políticas, nunca vivió en su tierra. Su infancia está ligada a recuerdos en el protectorado francés de Marruecos y a Marsella, lugares en los que su familia se estableció. Su adolescencia la pasó estudiando en Friburgo (Suiza), en el mismo internado en el que años antes estuvo el rey Juan Carlos.
Es un devoto de la salud, que hace ejercicio con su entrenador personal una hora al día en casa. Desde hace años porta en su muñeca gadgets para conocer la tensión, el ritmo cardiaco, las horas de sueño, etc. Y ha recorrido tres veces el Camino de Santiago desde Roncesvalles hasta la tumba del apóstol.
Vive muy feliz su tercer y más largo matrimonio; más de 20 años junto a Macarena, con la que tiene dos hijos, uno de catorce años y una niña de nueve.
Nos recibe en su finca La Jarilla y tomamos, ¡cómo no!, un té verde. Desde allí, nos trasladamos a la Sevilla monumental, a su casa, un palacete del siglo XVI que formó parte de la “Casa de la Moneda”. Después callejeamos y comemos por esta maravillosa ciudad.
En las distancias cortas, conoces a un hombre brillante, inteligente y sobre todo, muy al día. Una persona sorprendente y reflexiva en las cuestiones que abordas. Lo cierto es que exuda una especie de magnetismo, que él denomina como “la perspectiva de la vida que te da la edad.”
Me explica un poco el devenir de su familia.
Mi madre pertenecía a la burguesía valenciana y mi padre fue un agricultor citrícola acomodado, que junto a otra familia de Sóller, se había establecido en Marsella para vender sus producciones. Todo ello ocurría antes de la guerra civil. En aquellos años empezaron en España los levantamientos anarquistas y mi familia decide dejar el país definitivamente. Mi padre fue un comerciante excelente y fruto de la relación que existía entre Marruecos y Marsella, establece una sociedad en Marruecos, que prospera rápidamente. Mi madre volvió a Valencia para dar a luz, pero no vivimos nunca allí.
¿Usted sueña en francés o en castellano? Porque dicen que los sueños delatan la verdadera lengua de uno. Por los corredores de La Jarilla lo he oído hablar en francés.
Fui escolarizado en francés y estudié Finanzas en la misma lengua. Siempre he pensado que leo mejor en francés que en español, pero ahora llevo muchos en España. Creo que puedo soñar en los dos idiomas.
Durante años fue residente marroquí, pero si no me equivoco, tuvo prohibida la entrada al país durante casi dos décadas.
Sí, efectivamente. Al liquidar los negocios familiares en el país Hassán II te obligaba a invertir en bonos del tesoro con un interés extremadamente bajo y yo no lo hice. Saqué el dinero ordenadamente, pero desobedecí y la represalia fue estar en una lista negra del gobierno. Un día, un asesor francés del rey vino a España y conoció el trabajo que estábamos llevando a cabo. Al volver se lo contó explicándole que yo era hijo de uno de los colonos pioneros del país y había vivido allí. Así me permitieron volver. Ahora, además del negocio desarrollamos una importante labor filantrópica, especialmente con mujeres y niños, que aprenden a leer y escribir.
¿Cuál ha sido el momento más feliz y el más triste de su vida?
Aunque no era consciente de ello, el momento más feliz de mi vida fue el día en que conocí a Macarena, mi mujer. Y tristes, desgraciadamente, he tenido unos cuantos, el día en que mi hermana, a la que estaba muy unido, murió en un accidente en el coche que mi padre le regaló por sus buenas notas. Y el día que mi hijo, muchos años después, sufrió otro accidente de coche y se quedó en silla de ruedas.
Cambiemos de asunto. Usted no se preparó para este sector, sino para el mundo económico y los negocios y, en cambio, ha sido una de las personas que ha tomado las decisiones más audaces en este mundo agrícola y lo ha hecho evolucionar y estar a la vanguardia.
Sí es cierto, yo no estaba preparado para esto pero las circunstancias familiares me abocaron a este negocio. De repente me encontré sólo, sin padres ni hermanos y un patrimonio agrícola que gestionar. Era cuestión de mirar al futuro y sobre todo, de invertir en investigación de la mano de las universidades más punteras, las americanas.
Creo que conoce personalmente al gurú de la nutrición y la longevidad, el presidente de Dole. ¿Son los arándanos los responsables de que usted goce de un estado mental y físico tan estupendo?
Estuvimos invitados en su casa. Es un hombre que en la actualidad tiene 93 años, y es increíble lo que está haciendo para que salud y longevidad vayan de la mano. Es un filántropo que ha invertido millones de dólares en investigación.
Respecto a mí, por supuesto que me cuido, como frugalmente, hago ejercicio y leo, leo mucho. Todo es cuestión de voluntad. Yo siempre me mantengo activo.
Y tanto que se mantiene activo. Cuando contactaba con usted igual estaba en Hong Kong, que en Sidney, en California o en la Universidad de Florida.
Sí, en quince días he estado en unos cuantos países por cuestiones de trabajo. Además cada año visitó las universidades que colaboran con nosotros.
Bajo el impactante calor que hace un mediodía de septiembre en Sevilla, caminamos por sus calles porque Pepe se muestra orgulloso de su centro histórico, de su catedral, del edificio que fue sinagoga, de su Archivo de Indias y de toda esta arquitectura mágica de la ciudad. El calor nos obliga a hacer un receso, y entramos en uno de sus típicos restaurantes, donde los efectos taurinos están bien reflejados en sus paredes.
No me queda más opción que preguntarle si usted es taurino porque a mí toda esta escenografía no me agrada y si no fuera por el fresquito del local y la cervecita…
Sí, soy taurino. He ido con mi padre a los toros en Francia, en España y sigo yendo. El toreo hay que entenderlo: es un camino que te conduce a la muerte, y de alguna manera, se puede hacer un paralelismo con nuestra propia vida, ya que la dimensión del desafío de la muerte te da la dimensión de la vida. El arte de la tauromaquia surge con el peligro de la muerte del propio torero y del toro. Acabo de leer el último libro de Isabel Allende, El amante Japonés, y salvando las distancias, pone sobre la mesa el mismo tema del que hablamos.
¿Quiénes son sus ídolos?
Me gusta el toreo clásico, y creo que el mejor representante es Morante de la Puebla. Cuando hace una buena faena, es espectacular. También me agrada José María Manzanares.