Josep Presseguer, el historiador apasionado

Un instante divertido frente al espejo de la capilla de los Moncada “Como hobby, lo único que me queda es el trekking y la lectura”

Jurista y amante de la historia, Josep Presseguer Gené, nace en Bellpuig (Lleida) en 1966. En la Facultad de Derecho conoció a su mujer y son padres de dos adolescentes.

Es un hombre de una gran elocuencia, aunque sus hijos, a veces, le llaman “rollero”. De familia republicana por ambas partes, es un europeísta convencido. Trabajó en Bruselas durante tres años y se ha dedicado a la política local otros tantos.

Cuando cambia de despacho arrastra tras de sí un viejo marco con la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Me dice que ya no tiene hobbies, que “tenía”, y aunque las 24 horas del día no le dan para más, aún ha podido ver Juego de Tronos junto a su hijo pequeño.

 

Nuestro encuentro transcurre en la Seu Vella de Lleida. Josep ejerce de Cicerone en una visita aderezada por las altas temperaturas. Nadie lo hubiera hecho mejor que él porque en su trayectoria política fue concejal de esta parte de la ciudad.

Me explica, ¿por qué ha elegido este emplazamiento para nuestra entrevista?

Porque soy un amante de la historia, y ésta es la parte más bella y emblemática de la ciudad. En catalán decimos “el rovell del ou” que, en este caso, significa el centro desde donde se originó todo lo que hoy en día es Lleida.

Pero usted cuenta con ventaja para enseñarme este conjunto histórico.

Si, en cierta manera sí. Fui concejal de esta parte de la ciudad y conozco en profundidad el barrio y el conjunto histórico, que por cierto, ha entrado en fase de reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad. En mi etapa en el Ayuntamiento, a veces, pasaba ratos aquí, y el director, me explicaba los últimos hallazgos.

Hábleme un poco de usted, ¿qué recuerda de su infancia?

Soy hijo único y fui un niño muy feliz. Recuerdo los veranos en la masía de mis tíos acompañado de mis primos, viviendo un mundo en libertad con los animales…y haciendo las gamberradas típicas. Aunque esto sólo duró hasta los catorce años porque a partir de entonces empecé a trabajar los veranos.

¿Recuerda el momento en qué toma conciencia política?

No exactamente. En mi casa las paredes respiraban política, pero mis padres jamás hablaban de ello. Pertenecían a esa generación callada que sufrió las consecuencias de un conflicto, y que además, por ambas partes, provenían de familias republicanas. Mi abuelo materno fue alcalde republicano de Bellpuig, y por lo tanto represaliado, y mi otro abuelo sufrió un Consejo de Guerra. Yo pude recuperar en Valladolid los papeles de su juicio.

Vamos que usted cumplió con su “particular” Ley de la Memoria Histórica.

Sí. Tuve mucho interés en conocer los pormenores del juicio sobre mi abuelo y su desarrollo.

¿Algún recuerdo político en concreto?

De jovencito recuerdo cuando mi tío y yo hacíamos carnets de la UGT con una Olivetti de la época en la fábrica.

¿Da por acabada su tarea al frente de la cosa pública?

La política debe tener un principio y un fin, y uno no debe profesionalizarse ni eternizarse en ella.

¿De dónde le surge el gusanillo por ser abogado?

No tuve ninguna duda sobre ello, el Derecho tenía una fuerte atracción para mí desde muy joven. Y mire lo que es la vida, en el sentido estricto de la palabra, nunca he ejercido de abogado, aunque estoy colegiado.

¿Pero usted se especializó en Derecho Comunitario?

Sí, el Tercer Grado lo hice en Nancy y siempre he pensado que fue una de las grandes oportunidades de mi vida, que a la larga dio como resultado que viviéramos en Bruselas y que, de alguna manera, me ligó al sector profesional al que hoy me dedico. Además fragüé amistades por toda Europa, algunas de las cuales todavía conservo.

¿Entonces a qué se dedicaba en Bruselas?

Mi trabajo era de tipo técnico, como asesor para el Gobierno de Cataluña, en unos momentos en que la Política Agraria Común era embrionaria. Yo viví en primera persona estas negociaciones.

¿Y fue entonces cuando se dio cuenta de los beneficios de mantener buenas relaciones con los periodistas?

Ja, ja… Bueno en aquel caso, era un beneficio mutuo. Yo como técnico no podía asistir a los briefings, entonces llegué a un pacto con un par de periodistas que me pasaban la documentación por avanzado. A cambio yo les traducía del lenguaje jurídico al de los mortales los acuerdos y decisiones que se tomaban.

¿A qué dedica su tiempo libre?

Yo tenía muchas aficiones, y digo tenía, en pasado. A día de hoy, y en esta etapa profesional, no tengo tiempo de nada. Lo único que me queda es el trekking. He sido un hombre muy de Pirineo y he recorrido los parajes más espectaculares: el Plà de Beret, Baqueira, el Lago Gento… Mi última escapa fue a la Tinança de Benifassà, el hayedo más septentrional de Europa donde hay un árbol grandioso de más de mil años.

La única afición que no he perdido es la lectura, pero siempre tengo mil libros pendientes.

¿Y qué es lo que le gusta leer?

Como soy una apasionado de la historia, la novela histórica. He leído todo de Dan Brown y Ken Follet. El último ha sido El Invierno del Mundo. También disfruto mucho con autores como Matilde Asensi e Ildefonso Falcones.

A mí me ha resultado imposible no pensar en La Catedral del Mar de Falcones mientras usted me aleccionaba con la Seu.

Yo le he pensado muchas veces; en este conjunto se podría novelar un maravilloso libro a lo largo de muchos siglos, eso sí, bien documentado.

¿Dónde irá estas vacaciones?

A Mallorca, a un hotel rural, al que llevamos yendo muchísimos años. Allí descansamos, leemos y si queremos ir a una playa tranquila, también la tenemos. O, sencillamente, recorremos la isla.

Me han dicho que habrá que buscarlo en la isla cuando se jubile.

Sí, yo soy un enamorado de las islas, y mi destino de retiro lo tengo claro desde hace muchos años.

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