La cebolla española espera que la nueva normalidad llegue a los mercados europeos y que el mercado interior reciba bocas que alimentar con el turismo exterior.
La calma se ha adueñado del escenario comercial del mercado de la cebolla. “Vivimos en un contexto de reposo casi absoluto en el que la oferta que existe no se corresponde con la demanda. La situación es de encefalograma plano” explica Alfonso Tarazona, presidente de ACEC (Asociación de Cosecheros-Exportadores de Cebolla).
Esta realidad se enmarca en un escenario post pandémico en el que la incertidumbre todavía es dueña de las decisiones de compra. “Hemos acabado el mes de junio y las exportaciones españolas (las de calibre gordo) para abastecer a la industria, la hostelería, el canal horeca y la IV gama se han dado en cuentagotas”, explica el empresario.
Esta situación sucede durante dos años consecutivos: el pasado por el confinamiento en los diferentes países europeos y éste, por el contexto actual en el que Europa no acaba de despegar de esta fatiga pandémica, a la que se añade la inseguridad económica, consecuencia de la COVID-19.
El remate final de este comercio comunitario que no arranca se produjo en la semana 24, cuando el premier británico, Boris Johnson, anunció que el Reino Unido no volvía a la normalidad hasta bien entrado el mes de julio. Este anuncio más el Brexit, culminan una situación de escasa demanda exterior. El peso del mercado británico ha sido históricamente muy importante para el mercado español. La cifra de exportaciones al Reino Unido en 2019 superó las 105.000 toneladas, con una tendencia claramente a la baja en 2020, año en el que el volumen fue de 85.645 toneladas.
Otro de los puntos negativos sumatorio es el stock de cebolla vieja que todavía mantiene Holanda y que, evidentemente, necesita vender, presionando los mercados a la baja.
“Sabemos que la solución pasa por abrir nuevos mercados en Sudamérica y Centroamérica, África, etc. pero las complicaciones burocráticas y sanitarias son tan abrumadoras para un producto con poco margen, que muchas veces se desiste”, insiste Tarazona.
Por su parte, el mercado nacional mantiene una demanda normalizada que se aleja mucho de las compras masivas que se dieron el año pasado, en el que las ventas en la gran distribución marcaron récords históricos. Sin embargo, la intranquilidad también existe ya que preocupan los volúmenes que durante esta campaña puedan llegar a concentrarse en las cámaras. “Algunos de ellos como las variedades Spring, las que se están cosechando ahora, no son variedades que permiten su almacenaje, pero nos inquieta lo que puede suceder con las variedades de grano”.
En este sentido, “aunque a priori conocemos que hay menos hectáreas sembradas (entre un 5% y 7% menos) necesitamos bocas, y esas bocas nos las daba el turismo de más de 80 millones de personas que recibe España en un año. De momento, ya ha pasado medio año y la situación no se ha recuperado ni con las líneas aéreas ni con los cruceros y, por supuesto, la intención de viajar de los europeos no es de momento, la que era en 2019”, remarca remarca el empresario.
¿Por qué importamos si somos grandes productores?
Tarazona insiste en que al sector le falta profesionalización para evitar situaciones que den titulares jugosos a la prensa en los que se habla de retornos ruinosos para los agricultores, cuando de manera simultánea, las empresas comercializadoras importan cebolla del hemisferio sur. “Estos titulares se están convirtiendo en todo un clásico cuando llegan estas fechas, pero se debe a una falta de profesionalización porque los agricultores siguen plantando variedades focalizadas en el rendimiento por hectárea y no tienen en cuenta las demandas del comercio.”
A día de hoy, no es factible procesar las variedades nuevas del mes de abril por su excesiva frescura. “El agricultor tiene que ser consciente de que un producto con tanta frescura no aguanta todos los procesos tecnológicos del envasado y confección. Nosotros debemos servir lo que el mercado demanda y, aunque preferiríamos contar con cebolla temprana española, no lo podemos hacer porque las cualidades del producto no soportan todos los procesos tecnológicos que se dan las centrales. Antiguamente se hacía todo a mano y el producto soportaba mejor el proceso.”
Este es un problema que se vive muy de cerca en las zonas productoras tempranas como Valencia. La cebolla del mes de abril es muy buena para comer, pero no puede llegar a los lineales porque se llena de mosquitos.
“Se debe planificar lo que queremos que se plante y hay que conseguir que la calidad de nuestra cebolla en primavera aguante. Hay que crear confianza en las producciones propias”, remarca Tarazona.
En este contexto, los lineales españoles durante los meses de marzo, abril y principios de mayo están llenos de cebollas procedentes de Nueva Zelanda, Tasmania e India, producto del que se dice que contribuye a bajar el precio de la española, pero lo cierto es que es más cara y eso lo puede ver el consumidor final. “Para el comercio resulta mucho más arriesgado y difícil hacer programaciones con productores de las antípodas de España que con un productor nacional con el que podríamos tener un trato mucho más cercano.”
Daño interno
Otro de los retos a los que debe hacer frente el sector es el problema del daño interno del producto europeo, que desde hace varios años se está convirtiendo en una “pesadilla”. La cebolla de grano presenta defecto interno en alguna de sus capas cuando pasa varios meses en cámaras.
“No existe forma de detectarlo hasta que se da una queja y hoy día vivimos en el mundo de los datos, por lo que nos lo hacen saber. Los envasadores deseamos corregir esta situación, pero, de momento, la única la forma de solucionarlo es importando cebolla que no presenta este problema. Y, de nuevo, vuelven a entrar en juego las importaciones del hemisferio sur, ya que en estos meses críticos, donde la de grano tiene defecto interno y la Spring no se puede confeccionar, aunque sea magnífica de comer, necesitamos suministro austral”.
La tecnología como solución
El sector, preocupado por la situación, trabaja en el problema desde el punto de vista tecnológico y algunas firmas holandesas están desarrollando máquinas de visión interna como ya sucede en otros productos, pero resulta complicado por las propias características del producto, que tiene multitud de capas y que dan una margen de error de un 6-8%, en el mejor de los casos. “De todas formas, es un problema no resuelto y de una gran inversión financiera para un producto de escaso margen como es la cebolla.”
El presidente de ACEC opina que, aunque se hace mucha investigación por parte de las diferentes casas de semillas en aspectos como la mejora exterior del producto, la dureza, el color y el picor, “no se ha dado con la solución del daño interno todavía.”
La dulce, por buen camino
Frente al declive de la cebolla fresca temprana, la Spring, que continúa perdiendo hectáreas cada año, el auge de la dulce es una realidad y hoy ya se cultiva, no sólo en Aragón, su cuna con Denominación de Origen, sino en tierras de Castilla-La Mancha, Andalucía y Valencia. Y, por supuesto, se importa mayoritariamente de Perú durante unos ocho meses al año.
La dulce sigue ganando terreno en los lineales, aunque existe una diferencia de precio, que todo el mundo no está dispuesto a pagar. “Creo que persisten los hábitos de consumo y hay gente que compra las dos, la de grano para guisar y la dulce para ensaladas.”
En líneas generales, el sector está comprometido en los mismos retos que la sociedad: avanzar en sostenibilidad desde todos los ángulos; disminución del desperdicio alimentario, eliminación del uso de plásticos, uso eficiente del agua y aumento de las producciones españolas programando las ventas y fomentando la contratación entre agricultores y comerciantes.